Armando Martínez de la Rosa
Trump, el mentiroso pollo zacatón
¿A quién le conviene que las manifestaciones pacíficas de migrantes mexicanos en Estados Unidos sean contaminadas por provocadores violentos?
Primero, a Donald Trump, quien así pretende probar, según su descocada lógica, que los migrantes son peligrosos para los ciudadanos estadounidenses y que su política racista y discriminatoria es, por tanto, correcta.
Segundo beneficiario, el crimen organizado que opera en ambos lados de la frontera. Un clima de represión política le permitiría infiltrarse a fondo en un movimiento social legítimo y pacífico, desplazar a los líderes auténticos y honestos y luego utilizar la fuerza social para sus intereses, echando por delante a los migrantes en condición de carne de cañón.
Y, tercero, al ala así llamada “dura” de Morena que podría estar operando desde México en Estados Unidos para generar y alimentar un conflicto internacional que dificulte la operación y la solución diplomática a la presidenta Claudia Sheinbaum. Una presión más para maniatar a la presidenta como pretenden los “duros” encabezados por “No me llamen Andy” López y su marrullero padre.
La secretaria de Seguridad Interior de Estados Unidos, Kristi Naom, acusó a Sheinbaum de alentar la violencia en el movimiento de migrantes en Los Ángeles. Y el presidente Trump ha acusado al movimiento de ser “enemigo extranjero” de Estados Unidos.
Washington vuelve, como cada que lo necesita, a desplegar un discurso basado en la mentira y la calumnia. Tal es la esencia política de Trump, un delincuente confeso en la Casa Blanca por segunda vez. Como todos los protofascistas, Trump alimenta sus acciones con el discurso del odio y la mentira, tal como Hitler fundó su política en el odio a los judíos, a quienes mentirosamente atribuyó todos los males de Alemania para justificar el genocidio.
Sheinbaum procedió correctamente al refutar la acusación de la inexperta pero radical protofascista secretaria de Seguridad Interior del gabinete trumpiano, Kristi Naom, a quien desmintió por la calumnia de que la presidenta mexicana alentaba la violencia en Los Ángeles, cuando precisamente la había reprobado con toda claridad.
Trump ha provocado el conflicto con el objetivo de desprestigiar al gobernador de California, Gavin Newsom, a quien le reserva un odio especial por representar una figura recia de la oposición demócrata. De paso, Trump opaca el escandaloso conflicto con Elon Musk, que hasta hace unas semanas fue el amor de sus amores.
La alcaldesa de Los Ángeles, Karen Bass, una mujer de raza negra, impuso toque de queda en el centro de la ciudad. Lo restringió a un área relativamente pequeña para denotar que las protestas de los migrantes ocurrían ahí precisamente y que Los Ángeles se mantiene en paz en el resto, es decir, en más de 95 por ciento de la urbe.
Para que perdure y se fortalezca su movimiento, los líderes de los migrantes en protesta deben deslindarse con urgencia de los provocadores que les infiltraron el crimen organizado, el propio Trump o los “duros de Morena”, o todos ellos en conjunto o cada cual por su cuenta. Y luego difundir por todo Estados Unidos la legitimidad de su movimiento y deslindarse clara y tajantemente de los provocadores infiltrados. De lo contrario, prevalecerá el discurso mentiroso de Trump.
Sheinbaum, por su parte, deberá contener a los acelerados que en sus propias filas pretenden sacar raja política para sus intereses, es decir, ordenar que se callen los comedidos y los hocicones como Noroña. La presidenta necesita evitar que el conflicto se desborde.
Una solución menos probable en el cortísimo plazo podría salir del propio Trump, que se está arriesgando a salir raspado del revolcadero de sus propias mentiras. Puede ser -ojalá- que se comporte como lo que es y como lo definen en Estados Unidos: un chicken out, pollo zacatón, es decir, rajón, y que encuentre otro motivo para aplicar sus afanes de conflicto.
Mientras tanto, sigue siendo, como quien fue su subordinado el sexenio pasado, un peligro para México. Por lo demás, la presidenta Sheinbaum, que sintió en carne propia el cuchillo ardiente de la calumnia y la mentira, podría aprovechar la desagradable experiencia y entonces corregir su propia costumbre de mentir contra la oposición y los críticos de su gobierno.
