Armando Martínez de la Rosa
Un fragmento de Delibes
Miguel Delibes fue un escritor renombrado el siglo pasado. También periodista, fue un gran cazador que entendió a fondo la filosofía y ética de la cinegética.
He aquí unos párrafos del libro Un cazador que escribe, como gustaba de llamarse a sí mismo en vez de un escritor que caza.
Le ofrezco al lector unos breves párrafos de ese libro. Explica las consecuencias de la excesiva presión cinegética sobre las aves de su país, que se parece al resto del mundo en asuntos de mermar las piezas cinegéticas.
Va:
-¿Quiere usted saber las perdices que se apiolan en este término con el reclamo de marzo a junio?
-¿Cuántas?
-Si le digo que un ciento de parejas seguramente me quedo corto.
-¡Qué barbaridad!
-Qué barbaridad, eso digo yo, qué barbaridad. Y lo que yo me digo, eso del reclamo es como si a usted el día de la boda le aguarda el antiguo novio de su mujer con un trabuco detrás de la cortina. ¿Es eso caza, jefe?
Las barbas de Juan Gualberto, veinte años atrás, eran unas barbas macizas y negras, rígidas como el pelo del castor. Hoy las barbas del Juan Gualberto son ralas y blancas, aceitadas como el pelo del castor. Él las acaricia con fruición, sin advertir la metamorfosis. Chupa, ahora, de la colilla como si en ello le fuera la vida. Luego mueve la cabeza de un lado a otro con desesperanza:
-Mal camino, créame. Hágase cuenta además de que las licencias que ayer eran diez son hoy mil y que con los automóviles y las motos y los “jepes” esos no queda mato por registrar. ¿Dónde se va a meter la perdiz? El Cazador piensa que si las actuales condiciones se prolongan, la perdiz española va a pasarlo muy mal. El campo se domestica, la destrucción de nidos queda impune, la caza de polladas a caballo en agosto y septiembre es un ejercicio normalmente aceptado, la matanza de perdices en la temporada de codorniz es un episodio cinegético sin importancia, los alaristas y lancheros actúan con la veía oficial.