Armando Martínez de la Rosa

Desarme civil, la gran hipocresía

Cada que les da tiempo y calculan conveniencia, los políticos y los militares hablan de desarme civil para conseguir la paz social o reforzarla, si el caso fuera.

En México, llaman a llevar las armas de fuego a los militares a cambio de una dádiva vergonzosa de víveres nada generosa y ocasiones ha habido en que ofrecen dinero muy debajo del valor de mercado del artefacto. Cuando acumulan un montón de fierros de los ingenuamente entregados por los civiles y otros tantos de que se incautaron las autoridades, se organiza un espectáculo en que los destruyen. Políticos y militares se autonombran garantes de la paz y otras succiones similares.

La inseguridad y los peligros para la gente común, en cambio, persisten y crecen en las calles por la ineficiencia de los políticos y los militares o por la bien simple complicidad con los bandidos, esos sí bien armados y pertrechados. En tales contubernios está más que metida la policía de todos los niveles.

Por supuesto, hay buenos políticos, buenos militares y buenos policías, que no son ni con mucho los que toman decisiones ni se benefician del dinero sucio de sangre que los delincuentes reparten a manos llenas para garantizar su larga y ancha impunidad. Palabras más, palabras menos, lo dijo alguna vez el capo más longevo del mundo, el Mayo Zambada: “Somos esclavos del gobierno”, que no se hartaba de exigirle dinero.

Desarmar a los civiles, obstruirles burocráticamente el derecho constitucional a poseer un arma de fuego en el hogar para protección, satanizar las armas y hacerles la vida de cuadritos a quienes las poseen legalmente es la política de seguridad pública más hipócrita que se haya visto.

Dejan en la indefensión a los civiles, quitándoles hasta una mínima oportunidad de protegerse, y en cambio ellos -políticos y militares- se desplazan protegidos por numerosos guaruras armados que les sirven también de choferes, pilmamas de sus hijos, de mandaderos, pagados con dinero público, con el que pagan los ciudadanos indefensos.

Si de falso consuelo sirviera, le digo a usted que esa inequidad ocurre en todo el mundo, de gobernantes a gobernados y de países a países. En su artículo Il controlo amministrativo sulla armi (El control administrativo sobre las armas), en la excelente revista italiana Armi Magazine, Fabio Ferrari expone cómo la Unión Europea pretende imponer medidas de control y sanciones administrativas a las armas italianas.

La Unión Europea ha discutido gastar 800 mil millones de euros para rearmarse ante la amenaza rusa, sin importarle endeudarse para financiar a la industria militar, la ganona de las guerras y las intervenciones.

Donald Trump la emprendió contra el programa de construcción de armas nucleares de Irán, pero se reserva el derecho a construir las propias cuando le venga en gana.

Estados Unidos se queja del tráfico de drogas, pero es laxo y permisivo en el tráfico ilegal de armas de fuego de allá a los cárteles de las drogas mexicanos.

Pura hipocresía. Las armas se construyen y se venden, desde una pistolita de calibre .22 hasta cohetes teledirigidos con ojivas nucleares. Pero las venden y las compran unos pocos, muchos de ellos delincuentes, gobiernos opresores y asesinos, así como delincuentes abiertos que al menos se reconocen como tales.

En México la cosa va de mal en peor con las armas de fuego para los civiles. Y va así porque cada día tiene más poder fáctico y político el ejército y porque al gobierno le interesa mantener a la gente en el miedo, el horror y la indefensión. Llegado el momento, si llegara, de una sublevación a que tanto temen políticos y militares, ninguna de sus leyes, ninguna de sus abusivas medidas burocráticas ni mucho menos su hipocresía serviría para detener la voluntad de la gente harta de sus gobiernos ineficientes, habladores y ladrones.