Rogelio Guedea

Cambió el discurso, no la costumbre

Los que soñaron (entre los que me cuento) con pasar la era priista, entrar en una fase de transición y consolidación democrática y finalmente disfrutar de las mieles de la pluralidad, la alternancia y el empoderamiento ciudadano real, con la reforma electoral que se propone para México desde el gobierno de Claudia Sheinbaum (y que el expresidente López Obrador no logró por faltarle la mayoría requerida) lo único que haremos es volver, de nuevo, a la dictadura de un partido único en el poder (Morena), como lo sería antes el PRI, pero increíblemente más autoritario. 

Dictadura que cambia rostros pero no partido, aun cuando sepa camuflarse en otros partidos satelitales que el partido mayor subyuga y hace responder a sus fines políticos. Hablo de dictadura también no sólo por lo que conlleva una reforma electoral diseñada para empoderar aún más al partido en el poder y que responda a sus puros intereses, sino también por todos los mecanismos de cooptación que se están implementando y se han venido implementando para este mismo paquete totalitario: la reforma judicial, la destrucción de las instituciones de transparencia (el INAI y sus correspondientes estatales), la cooptación del poder legislativo por el Ejecutivo, los programas sociales como herramienta de manipulación electoral (Banco del Bienestar, Universidades del Bienestar, Farmacias del Bienestar, Chocolate del Bienestar), la reforma a la ley de comunicaciones (que ha ido recrudeciendo sensiblemente la censura -y la autocensura- en medios, periodistas y ciudadanía misma), etcétera.

Sólo falta que, en breve, se le cambie el nombre a Ciudad de México por el de Ciudad Morena, tal como hizo el dictador Leónidas Trujillo con Santo Domingo, a la cual nombró Ciudad Trujillo. Lo que estamos viviendo, pues, es peligroso, y no sólo me refiero a la violencia desatada que nos asola todos los días, sino a los pasos que estamos dando y que será muy difícil desandar, incluso por aquellos que ahora los están insensatamente impulsando. Aunque las cifras quieran disuadirnos, lo cierto es que la pobreza en nuestro país crece, como la misma inseguridad, y quien levante un poco la vista y mire a su alrededor verá lo mismo que vio antes: gobernantes morenistas que antes criticaron la corrupción prianista ahora no hacen sino secundarlos, enriqueciéndose al amparo del poder con el mismo cinismo que antes tanto les ofendió. Bien dicen: el que juraba limpiar la casa, hoy barre la mugre bajo la alfombra.