Rogelio Guedea
Colima, nuestro paraíso ensangrentado
La masacre sucedida en la Panadería El Pichón el pasado martes, donde fueron asesinadas seis personas y una más resultó herida, es el punto de quiebre de la exacerbada violencia que vivimos los colimenses y lo que pone contra la pared la fallida estrategia del gobierno para devolverle la paz a los colimenses.
Un análisis reciente de México Evalúa confirma que Colima tiene la tasa más alta de violencia por cada cien mil habitantes y que de enero a agosto de este año se han registrado 371 homicidios dolosos. Por eso, Colima ocupa ahora el segundo lugar en el ranking de las ciudades más violentas del mundo, sólo después de Puerto Príncipe, en Haití.
Por si lo anterior no fuera poco, en el Índice de Paz México 2025, Colima es considerada la ciudad menos pacífica del país, la cual además (hasta mayo pasado) cuenta con mil cuatrocientas personas desaparecidas. Según datos del INEGI, la inseguridad y la delincuencia son percibidas como el principal problema por el 77.3% de la población adulta, lo que está afectando principalmente a los jóvenes pues, debido a esto, optan por medidas como el aislamiento y la cautela para sobrevivir. Se vive, pues, con miedo. Sin duda, estas cifras son alarmantes y reconfirman que no ha habido en nuestra entidad estrategia contra la inseguridad que funcione, por lo que es un imperativo que se cambie de forma radical para evitar que más personas inocentes sigan muriendo y más familias sufriendo las consecuencias de esta asfixiante espiral que ha convertido a nuestro bello estado en un paraíso ensangrentado.