Armando Martínez de la Rosa

** Acuden voluntarios al llamado del dictador para defender Venezuela de la invasión de Estados Unidos.

Es bravucón el dictador. Tiene que serlo para convencer a quienes están dispuestos a enfrentar una hipotética invasión de Estados Unidos a Venezuela.

Cuando Donald Trump anunció que las fuerzas militares de Estados Unidos irían a Venezuela por el dictador Nicolás Maduro y su pandilla, el sátrapa se engalló y en un video aparece retando a Trump: “¡Aquí estoy, venga por mí, cobarde!”. Días después, barcos de guerra aparecieron frente a la costa de Venezuela, en aguas internacionales. Y aeronaves de combate estaban listas sobre los portaviones. Maduro cambió el discurso y se hizo la víctima, casi lloró contra “el imperio”.

Se acordó entonces de las milicias populares bolivarianas, un invento de la dictadura. 4 millones y medio de venezolanos estaban listos para enfrentar a los 5 mil marines que están en los barcos.

Maduro causaba risa. ¿De dónde sacaría 4 millones y medio de fusiles para armar a los milicianos voluntarios? ¿De dónde obtendría los 900 millones de cartuchos para esas armas con un abastecimiento de 200 cartuchos por soldado? ¿Cuál sería la logística para entrenarlos, movilizarlos, alimentarlos y darles servicios médicos en un país que se muere de hambre?

Ayer, de nuevo, llamó a alistarse a responder “con plomo” al imperio estadounidense, luego de que marines retuvieron por 8 horas a pescadores venezolanos en aguas patrimoniales del país sudamericano. Maduro, presto al rollo, volvió al discurso del imperio, la soberanía y la patria libre, mientras sigue preparando su salida.

Sus 4 millones y medio de voluntarios se han restringido a unos cuantos miles, desde jóvenes hasta viejitos que han decidido plantarle cara al imperio, se entrenan para ponerle pecho a las balas gringas y están dispuestos a pelear por la patria… de Maduro, la patria saqueada por el dictador y su pandilla.

Mientras, el dictador prepara el escape, la huida, negocia en lo oscurito los términos de su declinación, se cuida de la traición de sus aliados en la cúpula de la dictadura, pone a buen resguardo oro y dólares para los días por venir en otro país, Cuba o Rusia.

Los marines no han recibido orden de atacar. No la necesitan. La presión de la amenaza le hizo comprender al dictador que sus días están contados. Y como buen demagogo, está buscando el mejor escape.

Esa es una buena noticia para los milicianos. No tendrán que combatir, esto es, no serán carne de cañón de Maduro.

(Foto: Reclutamiento de milicianos voluntarios en Aragua, Venezuela.)