Petro, ¿así o más estúpido?

Un cantante -B King- y un DJ -Regio Clown-, ambos colombianos, fueron secuestrados el día 16 en la Ciudad de México y luego asesinados. La policía localizó los cadáveres en el Estado de México, ayer.

El caso motivó al presidente colombiano Gustavo Petre a exhibirse en toda la cursilería, hipocresía y estupidez de que es capaz. Quizá no toda, pues parece capaz de desplegar más de esas “cualidades”.

Petro le pidió a la presidenta Claudia Sheinbaum localizar vivos a los 2 jóvenes colombianos y apeló a que fueron compañeros -él y la mexicana- en la guerrilla del M19.

Quiso recuperarse así de la rotunda caída de aprobación a 38.8 por ciento a cambio de 57.2 puntos de desaprobación. Como buen izquierdista, Petro echó mano de sus esquemas ideológicos en que acomodan los de su especie la realidad que se les ponga enfrente. Mala cosa.

Culpó de la desaparición de sus 2 paisanos a Estados Unidos y su elevado consumo de drogas y a las bandas del crimen organizado. Luego llamó a “todo México” a buscar a B King y Regio Clown, a quienes llamó “jóvenes hermosos”.

Y cuando los cadáveres estaban localizados, la emprendió contra la “política de guerra contra los narcotraficantes”, es decir, contra la de su excompañera en la guerrilla colombiana, Claudia Sheinbaum. Y por si algo faltaba, la tomó contra la prohibición de las drogas.

Así de desesperado se encuentra el alicaído Petro, a quien le bastan unos pocos esquemas ideológicos para repartir culpas y mal gobernar su país.

¿Así o más cursi y estúpido puede ser el presidente de un país culto y de economía resistente como lo es Colombia? ¿En qué momento y por qué se cuelan al poder político personajes tales que culpan al narco de la inseguridad y la violencia y condenan combatirlo?

Están cortados por el mismo sastre políticos de esa calaña. Son calcas unos de otros. Mienten, traicionan, pactan con criminales y cuando se ven atrapados en las evidencias adversas a sus discursos, se tiran al piso a llorar y patalear haciéndose las víctimas. Petro es de esos.

Sin límite su hipocresía, pueden ser asesinos implacables. Tal el caso, ya antiguo pero de repentina actualidad, del general cubano Arnaldo Ochoa Sánchez, fusilado en la isla por la dictadura castrista junto con otros cuatro militares el 13 de julio de 1989, luego de que los descubrió Estados Unidos al frente del cartel fidelista que traficaba drogas a ese país para “financiar la revolución”. El narcoestado se defendía a sí mismo asesinando a varios de los suyos, exactamente como ahora sucede con los homicidios de marinos por el huachicol. Ridículos y cursis, también pueden trocar en asesinos cuyos crímenes se justifican diciendo que son para consolidar “el cambio”, “la revolución” o “la transformación”.

Así de podrida tienen el alma.