Armando Martínez de la Rosa

¿Se olvida el 2 de octubre?

Han pasado 57 años desde que el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, con la operación de su secretario de Gobernación, Luis Echeverría Álvarez, masacraron estudiantes y otros mexicanos en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, en el entonces Distrito Federal.

El movimiento estudiantil de 1968, que comenzó meses antes, se convirtió en un punto de quiebre en la historia reciente del país. En términos de gobernanza, ya nada podía ser igual que antes y no lo fue.

Las demandas principales, el llamado Pliego Petitorio, consistía en reclamar la libertad de los presos políticos, derogación del artículo 145 del Código Penal Federal, que sancionaba la supuesta conspiración de ciudadanos con el delito de sedición, desaparición del batallón de granaderos, cuya función era reprimir los movimiento sociales, destitución de los jefes policiacos Luis Cueto, Raúl Mendiolea y Armando Frías, indemnización a familiares de los muertos y heridos desde el inicio del movimiento y deslinde de responsabilidades de los funcionarios represores.

El movimiento se detonó por una riña entre estudiantes de una preparatoria pública y una privada, en el centro del Distrito Federal. Las fuerzas del orden autoritario respondieron con un bazukazo a la puerta de la preparatoria Isaac Ochoterena, involucrada en el pleito estudiantil, en junio de 1968.

Las protestas de otros estudiantes comenzaron y fueron creciendo hasta generar un movimiento en que participaron alumnos, profesores y trabajadores de la UNAM, el IPN, Chapingo, varias Normales y hasta escuelas secundarias. Hubo manifestaciones callejeras de hasta 100 mil personas, incluidos trabajadores y amas de casa. La respuesta fueron las balas, los tanques de guerra y los encarcelamientos y desapariciones ilegales con el pretexto del delito de sedición, el del artículo 145 del Código Penal Federal impugnado y la ocupación de la UNAM y el IPN por el ejército.

Autoritario hasta el fondo del alma, el régimen priista nunca entendió que había una solución pacífica y que las demandas estudiantiles eran atendibles con facilidad. La represión violenta y sangrienta, asesinatos incluidos, fue la respuesta de un sistema de gobierno que se asumía intocable, incuestionable, inapelable.

57 años después, la cifra de asesinados en Tlatelolco se desconoce con precisión. Cierto consenso la fija en más de 300, una masacre de grandes dimensiones con el pretexto de que el movimiento dañaba “la imagen” del país a 10 días de los Juegos Olímpicos de los que México era sede. Otro era el fondo: la ambición de Luis Echeverría por suceder a Díaz Ordaz. Lo logró.

También lograría infligirle al régimen autoritario una herida sin curación. 11 años después, en 1979, el único que en el gobierno entendía la dimensión de la masacre y sus consecuencias políticas fue el secretario de Gobernación, Jesús Reyes Heroles, quien diseñó la primera reforma política que derivaría con el tiempo en un sistema de partidos y con la instauración de la democracia en México, si bien ahora ha entrado en abierto retroceso con el régimen de Morena, tan autoritario como el de Díaz Ordaz.

¿Se ha olvidado el 2 de octubre de 1968? Muchos ni siquiera lo conocen, pero si se trata de políticos es imperdonable su ignorancia. Esa fecha ha sido un parteaguas de la historia contemporánea de México, de su dilema que no acaba de resolverse -democracia o dictadura-.

Entre aquellas generaciones del 68 y las de otros libertarios que las antecedieron y las generaciones actuales hay una gran diferencia. Las actuales se doblegan y se duermen con unos pocos pesos que el gobierno reparte y lo que ocurra les es indiferente… hasta que un día la lumbre les llegue a los aparejos. Hoy, en el Archivo Histórico del Municipio de Colima, a invitación de su directora, Patricia Sánchez Espinosa, Manuel Godina y quien escribe conversaremos sobre el 68 y sus lecciones en la serie de Memoria y Reflexión, que incluye otras actividades por el 2 de octubre. Será a las 11:30 de la mañana. Los invito, para no olvidar.