Armando Martínez de la Rosa
Entre árboles
Pueden ser aliados del cazador o de los bichos, particularmente el venado. Los árboles del bosque -es de sobra sabido- son elementos esenciales del equilibrio ambiental porque generan oxígeno, atraen agua al subsuelo, con las raíces fijan los suelos, dan refugio a la fauna y a la flora del sotobosque.
Hay especies que forman colonias sobre el suelo y sus raíces se comunican entre ellas en el subsuelo.
En 1997, Suzanne Simard publicó en la revista Nature un experimento en el campo y cuyo resultado era que algunas especies de árboles podían movilizar nutrientes y carbono entre sí a través de una compleja red de micorrizas que actuaban como avenidas de información, en este caso, transportando carbono, nitrógeno y fósforo.
Con esa red, los árboles más viejos abonaban nutrientes a árboles más jóvenes o enfermos, y al morir movilizaban nutrientes hacia árboles más jóvenes. A este fenómeno se le llamó “internet vegetal”.
Así que cuando vemos un bosque sano y en reproducción, se debe a que por mucho tiempo, cientos de años, los árboles han tenido un comportamiento adecuado a su naturaleza.
Un cazador debe identificar algunas especies arbóreas en sus zonas de caza. Tal información le es útil lo mismo si dispara a huilotas que a patos o mamíferos mayores como el jabalí y el puma.
Cuando voy al venado, usualmente busco fuentes de agua a donde el bicho va a beber. Cuando no están disponibles o no es el mejor tiempo para esa forma de acecho, procuro los árboles de que se alimentan venados y jabalíes, entre ellos y preferentemente el mojo. Esa pequeña baya de tamaño variable, desde el de un chícharo grande hasta el de un tomate verde chico, es delectable a suidos y ciervos. Cuando el mojo está en privanza, esto es, lanzando sus frutillas al suelo o las arrojan las ardillas, los tejones, las chachalacas, los chonchos y otras aves cuando llegan a alimentarse de ellas, es el mejor tiempo para el acecho. El requisito es que haya en las cercanías rastros de los animales buscados. Sin esas huellas, no vale la pena espiar ahí.
Y si se trata de aguardar cerca de un ojo de agua, se está mejor en un árbol, sea al pie o en una de sus ramas. Prefiero el suelo, porque estar en una hamaca colgado de una rama es asaz incómodo y hasta peligroso por el riesgo de caer. Y a ras de piso, levanto un escondite junto al tronco de un árbol. Nada hay mejor, para mí, que esto último.
Los venados y los jabalíes usan los troncos de los árboles para protegerse. Al menor indicio de peligro, se detienen detrás del vegetal a esperar que el riesgo desaparezca o el instante mejor de lanzarse en carrera de escape.
Cuando corren en escapada, saben ir zigzagueando entre troncos para usarlos de escudo. Y son efectivos. Varias veces que he disparado a venados en carrera, he impactado troncos y he visto cómo el bicho desaparece para ponerse a salvo. En los troncos quedan los impactos de los perdigones de la escopeta.
Para esas y muchas otras cosas más sirven los árboles. Yo no los abrazo -me parece cursi-, pero en sabiendo su importancia, los cuido en el monte y los siembro en mi propiedad y hasta en otras.