Armando Martínez de la Rosa

Nosotros, los exagerados

Nosotros, los exagerados, andamos tras las tragedias. Menos mal que no las provocamos, como las provocan las omisiones gubernamentales, sólo las exageramos cuando escribimos de ellas.

Publicar que van más de 70 muertos por las inundaciones en estados del oriente del país le parece una exageración a la presidenta Sheinbaum. ¿A partir de cuántos muertos ya no es exageración? ¿Cuál es el límite, la cuota mínima?

La señora ha de estar más que convencida de la importancia y dimensión de la tragedia, tanto que acudió a uno de los lodazales a mojarse las botas en una sesión de fotografías. ¿Para qué? Propaganda, claro, como la del vehículo atascado por los caminos del sur, rumbo a Acapulco, de su antecesor.

He visto presidentes, gobernadores, alcaldes llenarse seriamente de polvo de tragedias, de lodos de inundaciones y ciclones, caminar entre escombros de terremotos y luego actuar en consecuencia.

Y de quienes se habría esperado solidaridad y autenticidad, huyen de los escenarios trágicos, acaso con un costal de culpas sobre sus espaldas, luego de que por segunda vez en dos gobiernos consecutivos no avisaron del riesgo a tiempo a la población ni ordenaron evacuar zonas de peligro.

Pero ¿60 muertos, 70, son una exageración? Entonces, ¿cómo habría que llamar a los 4 años que López y su séquito lucraron políticamente con los 43 de Ayotzinapa? Vea usted, eran nada más 43, no 60, no 70, sólo 43. Y les sirvió para engordar su cuento de que eran diferentes y muy demócratas. Mire en lo que pararon.