Armando Martínez de la Rosa

Sabbath

Aunque las lluvias de este año llenaron las presas de irrigación y en varias regiones del estado hubo cantidades aceptables de precipitaciones y en puntos bien localizados fueron hasta torrenciales, en otros la sequía permaneció por insuficiente caída de agua.

Datos sobre precipitaciones pluviales son relevantes para la población, la agricultura, la ganadería y otras actividades de producción agropecuaria. Y lo son también para los cazadores. No obstante, son pocos quienes investigan cuánto ha llovido en los cazaderos que frecuentan y salen a la buena de Dios, y en el mejor de los casos, con información de gente del campo.

Un estimado amigo, compañero de caza de venado en temporada, me ha dado una mala noticia. Por su lares, llovió poco y los amiales podrían agotarse pronto. Eso significa que los abrevaderos a donde acuden ciervos, jabalíes, tejones y una larga lista de bichos de interés cinegético se agotarán pronto. Por tanto, será breve la cacería en tales rumbos.

Como los animales silvestres conocen sus territorios, acudirán a abrevaderos de emergencia que sólo ellos conocen. Les basta un leve escurrimiento para satisfacerse. Cuentan los expertos que los venados bajan de las tierras altas a los abrevaderos naturales cada tercer día. Es otro dato a tomar en cuenta para aprovechar el tiempo de caza, siempre corto, insuficiente. El lío es saber dónde bebieron los bichos la ocasión más reciente para así calcular la probabilidad de coincidir en el acecho cazador y ciervo. Nada fácil, si bien un buen lector de rastros casi siempre acierta.

La temporada de caza de jabalí ya comenzó a principios de este mes y la veda de venado se levantará cumplida la tercera semana de diciembre, cerca de Navidad.

El problema aparecerá allá por finales de enero y principios de febrero -en plena temporada- cuando por las lluvias escasas previas los abrevaderos se agoten. Encontrar algunos con líquido será ventaja para los cazadores. Es cuestión de investigar personalmente o consultar a amigos campesinos que trajinan por esas montañas y saben dónde hay agua todavía.

Los venados suelen satisfacer su demanda de líquido comiendo bayas suculentas, con mucha agua, los mojos, por ejemplo. De ese modo matan 2 pájaros de un tiro: comen y beben a la vez. De cualquier manera llega el momento en que, por mucha fruta que hayan ingerido, han de beber agua sí o sí. Como fuere, los mojos en privanza suelen ser buenos puntos de acecho en la caza de ciervos, jabalíes, tejones y chachalacas.

Hay cazadores ingeniosos que llevan agua y la vierten en grandes cubetas semienterradas a las que llegan los bichos sedientos. El lío es cargar el pesado líquido al cerro. Cada litro de agua pesa un kilo. Usted dirá de qué tamaño es el esfuerzo.

Es probable, si no hay cabañuelas en enero, que los animales silvestres bajen de las tierras altas a beber en los abrevaderos del ganado doméstico, pese al riesgo que tal incursión significa para ellos. A veces se acercan a las acequias de riego o de plano a los cuerpos de agua naturales como lagunas y arroyos, o bien a presas y bordos. De cualquier manera, se las arreglan. Lluvias abundantes de cabañuelas en enero suelen acumular agua suficiente para que la vida silvestre resista hasta el temporal siguiente. Quién sabe si las habrá, porque en años recientes no las hubo.

Así andan, en cálculos e investigaciones, los cazadores de venado. Tal labor agrega esfuerzo e interés a su práctica, y satisfacción cuando obtienen la presa, un albur que les complace jugar.