Armando Martínez de la Rosa

Sabbath

En meses recientes, los avistamientos de cocodrilos en playas y aguas marinas de Colima han sido más o menos frecuentes.

Otros años, se les ha visto tomando el sol en un canal de Manzanillo y hasta una cría llegó a una boutique y no precisamente a vestirse a la moda.

También apareció una cría en el arroyo de Pereyra, en el centro de Villa de Álvarez y Protección Civil tardó varios días en localizarlo y atraparlo para reubicarlo en aguas alejadas de las áreas pobladas.

Una de las 2 especies de lagarto que habitan Colima es originaria de estas tierras y aguas nuestras de cada día. Es el cocodrilo Acutus, llamado cocodrilo de río o americano. La otra es el Moreletii, cuyo nombre común es cocodrilo de pantano.

Hará unos 45 años de que el gobierno de Griselda Álvarez tuvo la idea de traer ejemplares de Moreletii a Colima para crear un cocodrilario en que se explotara comercialmente el bicho, sobre todo la piel y el subproducto carne. Se fundó una cooperativa en la laguna de Alcuzahue, en Tecomán. Funcionó unos años y finalmente los socios se desanimaron y quedaron pocos a cargo. Hubo un periodo en que sólo uno de los cooperativistas estuvo al frente del estuario.

La buena iniciativa de Griselda Álvarez devino en mucho menos de cuanto podía dar el cocodrilario, que ahora es un atractivo turístico con poca difusión y escasos visitantes.

En ese largo lapso en que las especies Acutus y Moreletii no fueron cazadas y por tanto no explotadas, se reprodujeron sin control ni medida. En los cuerpos de agua costeros e incluso algunos de tierra adentro los lagartos ocuparon un ambiente propicio al aumento de poblaciones.

Se levantó un censo y se detectaron más de 2 mil ejemplares, hace unos años. El conteo tenía el propósito de fundamentar una cuota de aprovechamiento, esto es, cuántos podrían sacrificarse cada año para procesar y vender sus pieles sin afectar el nivel de población.

La Semarnat interpuso muchos obstáculos, finalmente el proyecto se detuvo y los cocodrilos continuaron su expansión. Infiero que ahora serán muchos más que los 2 mil que se contaron en el censo. Tal es la causa de que aparezcan en zonas habitadas por gente. Una noche, en El Paraíso, fue encontrado un cocodrilo escondido bajo la cama de un habitante de ese balneario. Ahí mismo, a la orilla del estero, hay letreros que advierten a los turistas de no nadar en el estero porque hay saurios.

Hasta ahora, los encuentros de lagartos y personas no ha tenido mayores consecuencias que el natural temor. Sin embargo, se necesita tomar medidas de control de poblaciones antes de que uno de esos encuentros resulte en fatalidad.  A medida que aumenta el número de cocodrilos sin depredador alguno -el principal es el jaguar y no hay muchos en Colima-, las áreas naturales a su desarrollo son menos porque ya las ocupan otros adultos. Por tanto, tenderán a las zonas donde habitan personas y el peligro para la gente se incrementará.

Volver al proyecto de aprovechar piel y carne de cierta cantidad anual de cocodrilos parece ser aconsejable para las autoridades estatales, federales y municipales de Tecomán, Armería y Manzanillo, antes de que personas sean atacadas y la fama de playas marinas con cocodrilos afecte al turismo.