Simón Levy

La escena en Alaska parecía anodina: dos hombres con el gesto pétreo, sonrisas breves para la foto, promesas vagas de “progreso” sobre Ucrania.

Pero detrás de esa cortesía diplomática se estaba escribiendo otro capítulo.

Trump y Putin no se reunieron solo para hablar de Europa.

Lo que se negoció entre silencios es lo que puede cambiar el mapa político de América Latina: la caída de Nicolás Maduro como preludio al desmoronamiento del financiamiento ilícito que sostiene a las dictaduras castrochavistas y, en última instancia, al narco-régimen que ha engrasado a Morena en México.

El verdadero acuerdo

Trump entendió lo que Biden nunca supo: no se puede enfrentar a Rusia y a China al mismo tiempo. Como Nixon en 1972, busca fracturar el eje y forzar a Moscú a mirar a otro lado mientras Washington asfixia al chavismo. Putin se lleva margen en Ucrania; Estados Unidos obtiene libertad de maniobra en América. China calla, preocupada por no poner en riesgo su juego mayor: Taiwán.

Ese es el nuevo Tratado de Tordesillas: no el reparto de continentes, sino el reparto del poder en el Siglo XXI.

El golpe financiero

La estrategia no se dirige al Palacio de Miraflores con tanques, sino a la chequera del régimen. El petróleo venezolano ya fluye hacia refinerías estadounidenses bajo licencias que esterilizan los pagos a PDVSA. Cada barril que llega al Golfo no llena las arcas de Maduro, sino que las vacía. Lo mismo pasa con los envíos a Cuba, que caen y suben como un electrocardiograma frágil.

Y aquí aparece la jugada maestra: si Caracas se queda sin caja, también se seca el manantial que financia a La Habana, a Managua y, sobre todo, a las redes criminales que han blindado políticamente a Morena. Pemex, en medio de este reacomodo, se convierte en pieza de sacrificio: incapaz de sostener su quiebre estructural, atrapado entre deudas y la pérdida del paraguas regional, su colapso arrastra consigo la narrativa soberanista del obradorismo.

El garrote invisible

Muchos se preguntan: ¿qué sentido tiene subir la recompensa por Maduro a 50 millones si Estados Unidos sabe exactamente dónde está? La respuesta es simple y brutal: el premio no busca entregar a Maduro físicamente, sino algo más corrosivo. Busca incentivar la traición, abrir grietas en su círculo íntimo, provocar filtraciones de rutas, archivos, secretos. La información vale más que el hombre, porque es la que destruye desde dentro.

En paralelo, la designación de los cárteles mexicanos y del Tren de Aragua como organizaciones terroristas extranjeras pone a Morena frente a un espejo incómodo: ya no se trata de tolerancia o ambigüedad, sino de complicidad con estructuras que a partir de ahora son legalmente “terroristas” para Washington.

México en la línea de fuego

El colapso de Maduro no será una anécdota caribeña. Será un terremoto en México. Al estrangular la arteria venezolana, Estados Unidos golpea directamente la caja negra que alimenta a los cárteles y, por ende, la base de poder encubierta de Morena. Sin esa liquidez, el equilibrio que sostiene al oficialismo se tambalea. El petróleo, que ayer fue herramienta de soberanía discursiva, se convierte en cuchillo financiero contra Pemex y contra el régimen que lo idolatró.

Conclusión: el jaque profundo a Morena

La caída de Nicolás Maduro no se limitaría a un cambio de régimen en Caracas. Su verdadero impacto estaría en el flujo de dinero que hoy sostiene una red transnacional. Porque Venezuela, más que un país en crisis, funciona como banco ilícito del hemisferio: de ahí salen petróleo subsidiado, cargamentos de oro, dólares del narcotráfico y rutas logísticas que alimentan a Cuba, Nicaragua y a los cárteles mexicanos.

Al cortar esa arteria, se desploma el oxígeno de las dictaduras castrochavistas, pero también el de México. Morena, que construyó su narrativa sobre la “soberanía energética” y el control de Pemex, queda atrapado en una trampa. El quiebre financiero del chavismo coincide con el colapso interno de Pemex, una empresa endeudada hasta el límite, incapaz de sostener las transferencias que alguna vez sirvieron como colchón político. La “soberanía” deja de ser discurso y se convierte en lastre: Pemex ya no es palanca de independencia, sino ancla de hundimiento.

Y aquí está el verdadero hack:

Sin dinero venezolano, los cárteles pierden parte de su red internacional de abastecimiento.

Sin flujo ilícito constante, la maquinaria de intimidación en México se erosiona.

Con Pemex al borde del quiebre, el gobierno pierde el recurso narrativo que lo blindaba frente a la presión externa.

Morena queda expuesto en dos frentes: hacia fuera, porque Estados Unidos ya no tolerará un socio contaminado por estructuras que ahora son oficialmente “terroristas”; y hacia dentro, porque la base social que se mantenía con subsidios y clientelas se encuentra de golpe con un Estado más débil, incapaz de financiar su propio relato.

La recompensa de 50 millones por Maduro es el símbolo de todo esto: no se trata de capturarlo, sino de provocar filtraciones internas, de desatar la desconfianza y abrir grietas. Esa lógica se extiende a México: no se trata de tumbar a Morena con un golpe frontal, sino de secar sus recursos, aislar sus alianzas y dejar que el propio sistema se carcoma desde dentro.

Alaska no repartió territorios; repartió costos. Y quien más tiene que pagar esa factura es Morena. Porque con la caída de Maduro, no solo se hunde el chavismo: se derrumba la arquitectura financiera y criminal que sostuvo durante años la sombra del poder en México.

En paralelo, en México el vacío ya es inocultable: Andy López, secretario de organización de Morena, lleva tres meses desaparecido de los actos más relevantes —el Congreso Nacional del 20 de junio, el arranque de la gira nacional, la alianza con el PT en Coahuila, la gira por Querétaro y la reunión de Nuevo León con aspirantes a gobernador—, justo en el mismo lapso en que se intensificó la presencia militar de Estados Unidos en puntos estratégicos, el sobrevuelo de drones en territorio sensible y las acusaciones contra empresarios ligados a Andrés Manuel y a Pemex. Todo esto no son hechos aislados, son señales que, sumadas, muestran un poder que se está resquebrajando por dentro. Y la gente me pregunta: “¿cuándo va a pasar algo, Levy?”. La respuesta es otra: ya empezó. La verdadera pregunta es si de una vez por todas ya abriste los ojos.

En ese mismo horizonte se perfila lo inevitable: la caída de figuras emblemáticas del narcorégimen de Morena. Manuel Bartlett, símbolo de la corrupción energética y del pacto oscuro entre el poder político y los intereses ilícitos, enfrenta ya un encarcelamiento que se anuncia inminente. Y con él, comenzará el derrumbe en cascada de otros operadores, empresarios y funcionarios ligados a Pemex y al círculo de Andrés Manuel. No se trata solo de individuos, sino del desmoronamiento de una estructura que durante años sostuvo la impunidad con la que se mezclaron política, crimen y petróleo. El ajedrez avanza y las fichas del oficialismo empiezan a caer una por una.

El jaque mate aún no ocurre, pero la pieza ya está marcada.

Y no es solo Maduro.  Es Morena.