Armando Martínez Orozco

Se le caía un pastelito en una comunidad indígena, pobre estúpido. Entrecruzaba palabras y cambiaba el nombre de los estados a los cuales visitaba, idiota. Se enriquecía ilícitamente y compraba mansiones sólo para el beneficio de su familia, ladronazo. Mas algo no se le podrá objetar al expresidente Enrique Peña Nieto: el imperio de la muerte no fue su negocio.

El sexenio de Peña fue realmente de bonanza para las élites priístas de toda la vida, y el crimen organizado no dictaba a sus anchas las leyes por las cuales debía regirse el Estado mexicano.

Sin embargo, al verse cercados por la ola morenista, se vieron en la necesidad de encarcelar a sus propios dirigentes con tal de darle pulcritud a su imagen. No aguantaron vara.

¿Alguien todavía recuerda al exgobernador de Veracruz, Javier Duarte, quien planeaba a través de sus desfalcos construirse un conjunto departamental en España? Por cierto, aún sigue encarcelado.

Pero para bien o para mal, el pueblo de México es quien decide, y eligieron a Morena para detentar el poder unos cuantos años. Llevan, están en pañalitos, 2 sexenios, el mismo período de tiempo del Partido Acción Nacional en la presidencia.

Ahora, evidentemente no se puede equiparar a Morena con el PAN, partido este último cristiano católico y pensado específicamente para las clases medias y los empresarios. El impulso de Morena es distinto, ellos buscan cambiar la mentalidad del pueblo de México con la finalidad de no permitir jamás la entrada de otro corrupto al poder de este país.

A pesar de ello, la democracia mexicana está gestada a partir de una revolución traicionada inmediatamente después de su triunfo, lo cual convierte al PRI en un partido político íntimamente corrompido desde su nacimiento.

A pesar de ello, el pueblo mexicano ha sabido encontrar un rumbo distinto en la formación de su democracia, pero abundan tantos escándalos de violencia por parte del crimen organizado que Morena podría estar a nada de perder el poder y el caso Teuchitlán pareciera ser la gota del vaso por derramarse.

Hasta hace poco, el juego de la política mexicana era simplemente eso, un gran circo basado en la corrupción de funcionarios públicos y en la represión de cualquier posibilidad de disidencia.

No añoramos el edén perdido, pero sí insistimos mucho en esta clase de temas pues es momento para la revolución de las conciencias de encontrarse a sí misma en el centro de su propio pensamiento de izquierda.

Es además lamentable la posición política del periodismo mexicano: nos obligaron a tomar una postura partidista y desde ahí debíamos favorecer o desfavorecer a la revolución de las conciencias. O se era conservador o se era liberal y quien eligiera el camino de la independencia sería destrozado.

¿Sueña usted con enormes edificios de cristal en su ciudad? ¿Quiere usted un conjunto habitacional rodeado de los más verdes pastos y de hermosísimos lagos? ¿Quizá su camino sean los carros voladores? Bien, aceptando estas preguntas, con mucha probabilidad, puede que su rumbo no sea el del comunismo sino, más bien, el del preciadísimo capitalismo. Y si optamos por el comunismo, ¿queremos de esta patria una jungla? Si alguien nos pudiera decir hacia dónde estamos caminando, se lo agradecería de todo corazón.