Héctor Sánchez de la Madrid

En solfa

Durante la campaña por la presidencia de Estados Unidos de América, en su segunda edición, Donald John Trump golpeó, difamó y amenazó a México a través del presidente Andrés Manuel López Obrador y la presidenta electa, Claudia Sheinbaum Pardo, de expulsar a los migrantes mexicanos ilegales, subir los aranceles hasta un 25% si no frenaban el tráfico de fentanilo a su país y considerar terroristas a los narcotraficantes para intervenir en México.

López Obrador, como mandatario, curtido en estos menesteres, no cayó en el juego y contestó que era parte de su discurso como candidato, lo bateó, usando la jerga beisbolera que tanto le gusta. Por su parte, Sheinbaum, como presidenta en funciones, entró en los dimes y diretes con el ya presidente electo de EUA, poniéndose al tú por tú en los temas señalados y en otros relacionados con la soberanía de México.

Después de engancharse la mandataria, le entró la cordura y anunció que ya no entraría en discusiones con el mediático vecino, lo cual no tardó mucho en incumplir para volver a caer en las mismas polémicas y otras nuevas creadas por el experto y duro golpeador como empresario exitoso y como político que perdió la reelección con Joe Biden pero ganó de nuevo, por segunda vez, el puesto público más poderoso del mundo.

La personalidad del próximo presidente de Estados Unidos de América es belicosa, confrontativa y agresiva, él mismo se desnuda en uno de los libros que escribió: “hay que golpear antes de negociar”, lo cual le ha funcionado en los negocios y la política, también en la vida privada, aunque haya tenido que gastar cientos de millones de dólares para divorciarse y evitar la cárcel por pagarle con dinero público a una actriz porno. 

La carrera pública de Trump está plagada de escándalos en los que siempre ha violado o tratado de transgredir las leyes, normas o principios. En la política despedazó a dos mujeres que contendieron en su contra por la presidencia de Estados Unidos, Hillary Rodham Clinton y Kamala Harris, acrecentando su fama de misógino, bien ganada a lo largo de su vida personal, empresarial y política durante varias décadas.

Trump perdió hace cuatro años contra Joe Biden, el candidato demócrata y exvicepresidente de EUA en los dos periodos presidenciales de Barack Obama, por haber paralizado su liderazgo durante la crisis del Covid-19, por el desplome de la economía en consecuencia, y por la antipatía que generó hacia sí mismo por la política misógina, racista y elitista que practicó en los cuatro años de su administración republicana.

La derrota de Kamala se debió a la baja popularidad de Biden y al poco tiempo que tuvo para darse a conocer y ganar adeptos, además de que le faltó pegarle más a su controversial adversario que se aprovechó de las debilidades de la administración demócrata de la que Harris era vicepresidenta, quien no pudo definir con claridad su propia personalidad ni su propuesta como una alternativa viable y mejor que la de su contrincante.

Todo ello le dará esta vez una fortaleza muy superior a Trump que la que tuvo hace ocho años al llegar a la presidencia estadounidense por primera ocasión, tanto en lo personal como porque las Cámaras de Senadores y de Representantes en las que el partido republicano al que pertenece tienen la mayoría simple, lo que le permitirá moverse libremente hasta los comicios de noviembre de 2026 cuando podría aumentar o disminuir su poder.

Avezado, el presidente López Obrador evitó la confrontación con Trump, su igual estadounidense, cumpliéndole algunas peticiones que sonaron a amenazas como el que enviara 28 mil soldados a resguardar la frontera de los países gobernados por ellos. La mandataria Sheinbaum no se ha dado cuenta con quien va a tratar los siguientes cuatro años, no ha entendido que tiene que usar la diplomacia con su próximo par y no subirse al ring a pelear.

Sus colaboradores, el secretario de Relaciones Exteriores, Juan Ramón de la Fuente Ramírez, y el secretario de Economía, Marcelo Ebrard Casaubón (extitular de la SRE), tampoco han medido el terreno que están pisando y en el que se van a mover durante los próximos cuatro años, ya que han asumido posiciones combativas y contestatarias que han calentado un ambiente que debería de ser propicio para un buen entendimiento y no para pelear.

El siguiente martes que tome posesión Donald J. Trump como el presidente de Estados Unidos de América número 47, comprobaremos si las tres amenazas mencionadas al principio fueron solamente promesas de campaña o serán los ejes del arranque de su administración presidencial en su relación con el gobierno de México y, en lo personal, con la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo. Me inclino a creer que Trump cumplirá su palabra y que meterá en serios aprietos a Sheinbaum y a nuestro país, al no estar preparados para lo que se nos viene encima.