Armando Martínez de la Rosa
En la primera semana de gobierno, Donald Trump remarcó las intenciones previas largamente anunciadas. Imponer aranceles de 25 por ciento a las exportaciones de México y otros países, declarar terroristas a los cárteles de las drogas extranjeros, echar de Estados Unidos a 11 millones de inmigrantes, recuperar el canal de Panamá y comprar al Reino de Dinamarca la isla de Groenlandia, fueron sus principales objetivos de política exterior.
Pese a la acusación de que el canal de Panamá favorecía a los barcos chinos y cobraba más a los estadounidenses -afirmación falsa-, Trump nada ha manifestado contra China y la dictadura de Xi Jinping y el Partido Comunista. Hay una razón sencilla para tan sedoso trato al dictador: uno de los principales consejeros de Trump es el empresario más rico del mundo, Elon Musk, quien tiene relaciones de negocios tan cercanas a la dictadura comunista china que el Departamento de Defensa lo considera un riesgo para la seguridad nacional de Estados Unidos y propone investigar a fondo sus negocios y sus relaciones. La probabilidad de que Musk esté ayudando a China a armarse rápidamente en materia de cohetes y aviones es alta y la Defensa quiere saberlo. Musk aportó 250 millones de dólares a la campaña de Trump.
Dueño de Space X, de Tesla y X, entre otros negocios gigantescos, Elon Musk se dice defensor de la libertad de expresión. Sí, claro, mientras no toque sus negocios. Él mantiene una relación cercana con los chinos encargados de la censura de internet bajo la dictadura comunista.
Si alguien en el mundo está ayudando a China, ese es el asesor de Donald Trump. Así que el bravucón del barrio, el autodeclarado enemigo de los comunistas, se calla cuando los negocios de su asesor favorito prosperan bajo la dictadura comunista a cambio de que Musk ayude al desarrollo militar de los sátrapas.
Para declarar terroristas a los cárteles de las drogas, Trump deberá pasar por un proceso de autorización del Congreso y de la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos. Le será fácil. Se ha cuidado de que tal declaración se imponga sólo a los cárteles extranjeros, pero ni de paso menciona a los poderosos cárteles domésticos ni a los bancos que les lavan dinero. De nuevo, el bravucón del barrio ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.
Ahora bien, Washington sabe de sobra que los cárteles extranjeros prosperan sólo con ayuda de políticos poderosos y bancos lavadores de dinero. ¿Procederá también contra ellos, por ejemplo, muchos políticos mexicanos? Dado el caso, ¿cómo lo hará?
Claudia Sheinbaum ha percibido el peligro y ha mandado a un hombre de sus confianzas, Omar García Herfuch, a combatir al narco con balazos y no abrazos. Es un acierto, si lo sostiene como política pública sistemática, no de coyuntura para “demostrarle” al bravucón, mientras llega el momento de las negociaciones, que es diferente en este rubro a su predecesor y pastor, que ya empieza a oír pasos en la azotea. Veremos. Recuérdese que García Harfuch es malquerido de López Obrador al grado que lo vetó a la candidatura a jefe de gobierno de la Ciudad de México, el año pasado, cuando Sheinbaum lo impulsaba.
La “recuperación” del canal de Panamá por Estados Unidos es jurídicamente inviable. Militarmente, le abriría a Trump un frente de batalla que uniría a medio mundo en su contra.
El problema del canal es otro. La escasez de lluvias por el cambio climático dificulta el llenado de las esclusas con agua dulce. Sin ese líquido, la operación se encarece y se vuelve casi imposible. El bravucón del barrio descree del cambio climático, de modo que no puede ni quiere entender, necio como es, lo que ahí sucede.
Pretende comprar al Reino de Dinamarca la isla de Groenlandia, que está bajo régimen de autonomía, para controlar el paso marítimo por el Atlántico norte y eventualmente abrir navegación por el Ártico, además de instalar bases militares en la enorme isla. Se trata de controlar los mares como en su momento Inglaterra y España lo hacían mediante piratas.
Trump parece abrir demasiados frentes para el poco tiempo de que dispone, 4 años de gobierno. El bravucón del barrio amenaza con otras medidas. Muchas de ellas son puro voluntarismo y propaganda. Otras, como el ataque a la inmigración, las tiene más a la mano.
Hay sin embargo un frente que hasta ahora no ha abordado: el interno. La economía de Estados Unidos no es precisamente la mejor de la historia. Y su asesor en negocios, el amoral Elon Musk, va a lo suyo, aunque se lleve entre las patas a su títere, el bravucón del barrio.