Sabbath

Armando Martínez de la Rosa

La escopeta es el arma de fuego emblemática de la cacería. Si bien se utilizan otras diferentes, sobre todo los rifles y ocasionalmente la pistola para rematar piezas y evitarles la prolongación del sufrimiento, la escopeta es paradigmática.

Con la excepción del slug o bala rasa, la escopeta dispara decenas y cientos de municiones, según la capacidad del cartucho que se utilice y el animal al que se le tira.

Arma antiquísima, la escopeta aparece en un lugar prominente entre las cinegéticas. Y su eficiencia se fundamenta en el modo en que distribuye en el blanco y su derredor una gran cantidad de municiones. Por ejemplo, si se tira a una huilota con escopeta del calibre 12 y munición de tamaño 7 y ½, la carga es de casi 400 perdigones, de los cuales impactan al bicho entre 5 y 10 tirando a una distancia de entre 15 y 35 metros. Si el objetivo es el pato, se usará la munición del tamaño 6, más grande que la de 7 y ½, los perdigones serán menos, y así sucesivamente hasta llegar, por lo general, al 00 y 0Buck para usarse sobre blancos de caza mayor. Si es del calibre 12 la escopeta, el cartucho tendrá de 9 a 12 esferas de plomo.

La clave consiste en que el disparo dispersa las municiones en forma de cono, más estrecho a la salida del cañón y más ancho conforme viajan las pequeñas esferas hacia el objetivo. Al modo más uniforme o menos uniforme en que se distribuyen los impactos en el blanco se le llama plomeo, entre más cerrado, mejor, es decir, mientras más municiones peguen en el blanco, mejor será el tiro.

Si se cambia a un arma de calibre 16 ó 20, las proporciones de carga de municiones variará, aunque seguirá las mismas reglas de traslado del cañón de la escopeta al bicho que se pretende abatir.

Lo más interesante de esta arma para los cazadores es que el mecanismo es el mismo y el viaje del perdigón al blanco se atiene a las reglas de la física. Y a pesar de que al disparo lo rigen reglas de la física, el cazador no necesita conocerlas, pues la buena caza dependerá de la experiencia, la serenidad y otras habilidades que crecen conforme pasan los años de práctica en el terreno mismo de la realidad cinegética.

El rango de un disparo seguro -a condición de que el tirador no cometa yerros al tirar, es de 14 a 35 metros lineales. Más allá, el tiro queda sujeto a perder fuerza conforme se desplaza en el viento y a formar una parábola que vuelve ineficiente el disparo. Antes de los 14 metros, es decir, más cerca del escopetero, las probabilidades de fallar se multiplican.

A final de cuentas, impactar un objetivo depende del cazador más que de las leyes de balística. El que sabe, sabe, y abatirá bichos lo mismo con una escopeta fabricada con tecnología de vanguardia que con rocas, flechas o cuchillos.