Armando Martínez de la Rosa
Despacho Político
En el debate por la presidencia, Xóchitl Gálvez dio un giro a su modo de abordar los asuntos del caso y volvió a ser la candidata que atrajo a millones de ciudadanos. Inteligente, punzante, insistente, se convirtió en una ladilla para la candidata oficialista, Claudia Sheinbaum.
La candidata de Morena se aferró al dictado de sus asesores (la semana pasada faltó a 2 sesiones de entrenamiento) y presentó solamente una novedad -en respuesta a las críticas por el primer encuentro-, la de sustentar su discurso en los logros, reales o ficticios, del gobierno federal. Desperdició -según mi perspectiva- ese material porque se desplegó en una realidad que la gente no percibe, como la seguridad y el mejoramiento de la economía.
Mientras Xóchitl la punzaba con acusaciones y preguntas, Claudia se mantuvo desdeñosa hasta que hubo de recurrir al calificativo y llamó «corrupta» a su adversaria. Eso abrió la puerta a que la opositora entrara por el flanco más débil del gobierno. La llamó «narcocandidata» y a Morena «narcopartido».
Tampoco respondió Sheinbaum sobre sus propiedades inmobiliarias ni de los sobornos que recibió su exmarido cuando aún estaban casados ni sobre la tragedia del colegio Rebsamen ni la de la línea 12 del Metro ni de la fortuna familiar en el paraíso fiscal de Panamá. Y evadió con un lugar común el cuestionamiento a si procesaría por corrupción a los hijos del presidente. «Que ponga su denuncia», fue la respuesta.
No fue la mejor noche para la señora Sheinbaum.
Máynez, en el debate como en la campaña, no contó.
Daré una opinión. A mí no me gusta el debate. Casi ningún debate de política, de religión, de deportes, de arte. Y menos me agrada el formato de examen de niños de primaria que inventó el INE. Me queda la impresión de que al INE le preocupa más evitar una rebatiña que la exposición de ideas, propuestas y acusaciones. «Niños, por favor, no peleen».
¿A quién se le ha ocurrido que en unos pocos minutos se pueden exponer propuestas de solución a los problemas nacionales?
Lo importante, como dicen los expertos, es ganar el «postdebate». Y la opositora parece sacar ventaja.
Y en ese «postdebate» hay un asunto vital para el país y no se ha tocado: la propuesta de nueva Constitución que propone Morena. Es un texto sustentado en que el Estado rige toda la vida nacional, las vidas particulares, arrebata las propiedades a todos y las vuelve «concesiones» que puede cancelar a su antojo y clausura hasta la posibilidad de poner lo mismo un puesto de tacos en la calle que una industria de cualquier ramo. En esa ideología, el Estado (y sobre todo el gobierno, que se impone al Estado mismo) es dueño de todo, amo y señor de la economía, la educación, las libertades y el pensamiento. Tal es el verdadero fondo.
Voltee usted a ver a Nicaragua, a Cuba, a Venezuela, a Bolivia, el fracaso del gobierno colombiano, el derrumbe paulatino de Chile, el hoyo en que dejaron a Argentina los Krischner. Tal es el «proyecto» de una izquierda que apenas llegó al poder se olvidó de la revolución y le salió el alma desnuda de toda izquierda: la dictadura.
Eso es lo que se va a votar el 2 de junio. Usted decide.