Armando Martínez de la Rosa

Se llamaban

Se puede vivir con 200 pesos, pregonaba el gran baquetón. Y con sólo un par de zapatos, decía. Y sí, hasta se puede vivir con un par de calzones a lava y seca. Los días de lluvia, repites, qué le vamos a hacer.

Eran los felices días en que muchos querían creerle, necesitaban aferrarse a sus axiomas, a su inapelable choro, al rollo que se alimentaba de la bien justificada rabia de los decepcionados del régimen, que eran muchos.

Abrazos, no balazos, para gozo de los bandidos nunca tan bien protegidos. La gasolina a 10 pesos que terminó el huachicol institucional, transformador, multimillonario; muchas universidades para que nadie se quede sin oportunidad, burros incluidos. Refinerías, trenes, aerolíneas, el subsidiados Pemex reconstituido como si tomara chocomil de Pancho Pantera. Puro rollo, pues.

Cuando se vio que las cosas se complicaban, a tundirles a los del pasado, los clientes frecuentes, todos menos uno, el que en las elecciones dejó hacer y dejó pasar. Peña Nieto, al que el baquetón llamó “demócrata” el día que asumió el ansiado, soñado, apetecido poder. Demócrata, sí cómo no.

Cómo han pasado los años, casi 8 desde entonces. Y doña Realidad, empecinada señora, que sabe que también en política la suma del cuadrado de los catetos es igual al cuadrado de la hipotenusa. Ni para dónde hacerse, salvo que el triángulo se dibuje en una superficie redonda y todo se trastoca. Eso pasó. No les salieron las cuentas.

Ahora, sucede que Andy suma el cuadrado de los catetos y el de la hipotenusa y su salario no triangula, no da, no sale, no cuadra para pagar cenas de 47 mil pesos en Tokio, hospedaje de lujo por 177 mil pesos en 15 días. No más no.

Lejos de ser el único, pero es el emblemático derrochador, el junior que agandalla privilegios. Prueba viva él de que con 200 pesos no vas a Tokio y que un par de zapatos es insuficiente cuando los choclos son de Prada.

Retrato fidelísimo de la falsedad, la simulación, la desvergüenza, impulsadas por la refinada máxima filosófica de “ahora es cuando, chile verde, le has de dar sabor al caldo”. Los que no eran iguales hoy son gemelos de los fustigados, su presente es el pasado.

Podrán continuar en el poder, regodearse en sus mayorías tramposas, embarrar de cieno los cristales de la transparencia para que nadie sepa su sufrir en dólares, euros, yenes, pesos. Pero ya no podrán predicar, nunca más, desde el púlpito de la “nueva moral” revolucionaria y transformadora. Ya no más. Eran. Se llamaban.