Los idiotas y las imágenes

Con qué facilidad se instalan estupideces en la mente humana. Diré por qué.

El departamento donde convalezco en Lisboa -una renta de Airbnb– dispone de un horno de microondas con pretensiones de políglota. Los botones de comando del aparato indican los modos y las temperaturas con figuras, siluetas de algo que no acabo de descifrar. Estamos a veces en manos de jeroglíficos rudimentarios. Comprendo que el fabricante intente prescindir de un lenguaje cualquiera para que todo mundo descifre las funciones de su maquinita. No entiendo, en cambio, la idiotez del diseñador que no tuvo mejores figuras a la mano cuando las estampó en el frente del aparato.

Una de las grandes estupideces que escucho con relativa frecuencia es que “una imagen dice más que mil palabras”. Infiero que el autor era publicista y pretendía vender cocolas u otros brebajes similares con dibujos o fotografías. O tal vez se trataba de un incipiente vendedor de cámaras en el tiempo que les llamaban daguerrotipos. No lo sé. Como fuere, el autor ha quedado en el anonimato y protegido así de justas reclamaciones e merecidas injurias proferidas en palabras.

Si una imagen dijera más que mil palabras, el cine aún sería mundo, la gente pintaría objetos y signos para relacionarlos en lugar de hablar o escribir, y en lugar de la radio y el teléfono se habría inventado primero la televisión. Tampoco habría conductores en los telenoticiarios y el premio Nobel de Literatura se lo entregarían al mejor escritor en lenguaje de señas, dedo medio levantado incluido a modo de autógrafo.

Hay señales, dibujos, imágenes que ayudan a explicar textos, pero están destinados a transmitir un mensaje asaz limitado y ambiguo. ¿De cuántas maneras se pueden interpretar los e mojis? ¿No se debate aún acerca del significado emocional de la sonrisa de la Mona Lisa? O, dicho de otro modo, ¿de qué sonríe? O, ¿de verdad sonríe?

¿Se imagina usted a Cristo hace dos mil años predicando con dibujos en papiro en vez de alzar la voz ante multitudes? ¿O a Cervantes dibujando a sus personajes en lugar de describirlos y darles vida mediante la palabra?

En el principio era el Verbo, apunta el Génesis. Y lo era, porque ser humano es tener lenguaje estructurado conforme a una necesidad de comunicación específica, oral en principio, escrita después. El lenguaje es una de las más altas abstracciones de la mente -junto a la música y las matemáticas- y herramienta de vida que distingue al hombre de los animales. Por esa potencia de abstracción, la lengua puede decir en mil palabras lo que no alcanzan a expresar mil imágenes.