Armando Martínez Orozco
Para la desilusión de muchos de los presentes, el periodismo no es como un partido de futbol y mucho menos se asemeja a una pelea de boxeo. Por cierto, en el box tiende a pensarse: “Si el adversario me golpea fuerte, yo intentaré golpearlo aún más fuerte y así se tranquilizará”. Los dos deportes exigen templanza y carácter pero sobre todo ser ciudadanos de bien.
En periodismo, el comportamiento del informador debe ser completamente ético y debe rehuir a las delicias del chayote o a las invitaciones de amistad con políticos. En periodismo no hay amigos, solo fuentes periodísticas. Pero para quienes nos gusta hacer amistades con bastante facilidad, esa regla puede romperse.
En cuanto a actitudes ante la vida, los intelectuales, mediáticos y vanidosos como ellos mismos, sí tienden a formar amistades políticas y literarias dentro de sus círculos de intimidad y para su desencanto, no aprovechan dichas amistades para obtener información privilegiada del gobierno.
Elena Poniatowska y Octavio Paz, por ejemplo, formaron una gran amistad con el expresidente Carlos Salinas de Gortari. Después Poniatowska apoyaría al excandidato presidencial Andrés Manuel López Obrador y llegado al Ejecutivo, decidiría tomar distancia de este último.
Por cierto, para quienes disfrutamos del boxeo no sólo por los golpes duros y los nocauts, entendemos al pugilismo como un baile donde el más ágil y con mejor técnica debiera llevarse la victoria, lamentablemente los jueces están corrompidos por las mafias mexicanas y estadounidenses.
Mientras tanto, el periodismo tiene como única finalidad, tal como lo hace la filosofía (Schopenhauer, por ejemplo) en la búsqueda de la verdad inicial de cualquier dilema filosófico.
En filosofía como en el periodismo importa tanto el desarrollo como la perfección del comportamiento ético, que quien forma amistades profundas con políticos y empresarios es tachado de vendido.
El buen periodismo, al estilo de don Julio Scherer García, sí señor, no interpreta la realidad desde una perspectiva partidista y plena y aburridamente con tintes objetivos, sino con el objeto de entender los acontecimientos sociales como eso que somos, sujetos individuales dentro de una comunidad.
Cuando vino el golpe a Excélsior, Scherer, tendía a darse caminatas alrededor de su cuadra sólo para despejar la mente y aún sin saber en lo magnífica que sería la creación de la revista Proceso, comentaba: «He pensado en el suicidio. El periodismo es cabrón».
Pero no se me malinterprete, desde Criterios Digital no buscamos ser los incómodos de moda y tampoco queremos permanecer permanentemente en una clandestinidad informativa que nos hace cada día menos ciudadanos.
Cuando Scherer entrevistó al glorioso Fidel Castro, lo hizo sin una grabadora y sólo con un lápiz y papel, hasta el punto de comentar algo así como: “Llegó el punto en que no pude seguir el hilo de la conversación y tuve que hacer todo como un ejercicio de memoria”.
El periodismo de calidad no debiera usar adjetivos, no calificar, al contrario la literatura sí lo hace y surgen obras espléndidas como Cien años de soledad: “El coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”. Algo así. Trabajo siempre con cierta egolatría mnemotécnica.
Decíamos, periodismo y literatura, boxeo y futbol, sólo tienen en común una simple cosa: no se debieran inmiscuir los asuntos políticos en su desempeño ¿Gol? ¿Nocaut? ¿Eso hace al periodismo? No lo creo.
Alguna vez conocí a un monje budista y me decía que enfermedades como la neurosis y la esquizofrenia eran curables con algo tan simple como la meditación. Si la medicina mental tiene alguna objeción, hágamelo saber.
Para concluir, repetimos: Esto no es futbol, esto no es boxeo, esto, señoras y señores, es periodismo.
(Foto: Julio Sherer entrevista a Fidel Castro.)