Armando Martínez de la Rosa

Sabbath

En los montes, las madres animales tienen papeles bien definidos y asumidos a modo de destino irrenunciable. Y con frecuencia cumplen su tarea sin la ayuda del macho, si bien hay especies en que el cuidado de las crías es compartido.

Las palomas, cualesquiera que sean las especies, tienen pareja de por vida y no toman otra mientras ambos miembros vivan. En la temporada de reproducción, machos y hembras se alternan en el cuidado del nido y guían a los pollos hasta que aprenden a volar y a alimentarse por sí mismos. Cuando se unen a las grandes parvadas, se aligera la carga.

Machos hay que se desentienden de la crianza. Tal el caso de los tejones. El macho acude a la manada sólo en época de apareamiento y pasada ésta, se retira y vive y vaga por su cuenta. Es el llamado tejón solitario. Las hembras, en cambio, forman parte de las bandas de hasta 20 ejemplares que forman las hembras adultas, las jóvenes y los machos de edad temprana.

A veces hay que voltear al cielo, en la ciudad incluso, para ver una familia de pericos. Cruzan el aire lanzando sus gritos estruendosos como si de llamar la atención se tratara. Suelen volar en grupo el padre, la madre y las crías, que dejan la parvada cuando son adultos maduros.

De los patos desconozco sus hábitos de crianza, pues la reproducción ocurre en los territorios del norte del continente. He visto, por contraparte, a los pichichis, que son residentes. Allá por octubre, las patas nadan en los estanques seguidas por un montón de polluelos. Como en la ciudad de Colima esos patos son cada vez más abundantes, por fortuna, debido a la gran cantidad de árboles y cuerpos de agua que tiene la capital, ocasionalmente se ve a las hembras caminar por las calles y las plazas públicas seguidas de su numerosa familia. Del macho, ni sus luces.

Conducta especial tienen los jabalíes. Como faenan en grandes piaras, hembras, machos y crías conviven sin problema y ayudándose unos a otros. A una madre la suelen seguir de cerca sus hijos cuando se desplaza el conjunto por los montes. La solidaridad les aporta una gran ventaja: si una hembra muere, las crías se adosan a la protección de otra hembra adulta que asume la crianza sin remilgos. Los jabalíes abundan porque se reproducen todo el año.

Las venadas se comportan de otro modo. Cuando entran en celo, las crías del año anterior que aún las acompañan, se alejan de ellas, aunque desde la distancia no les pierden el rastro. De ese modo, se protegen de los machos adultos que atacarían y matarían a los machos juveniles en la berrea, esto es, la temporada de apareamiento, tiempo de grandes peleas de los machos por las hembras.

Una vez preñada, la cierva se reencuentra con la cría -a veces son dos- y continúan juntos hasta el nuevo parto. Entonces, venados y venadas jóvenes deberán vivir por su cuenta para que la madre se dedique exclusivamente a la nueva cría sin más ayuda que su instinto materno. Así es la maternidad de algunas especies de nuestros bosques. Así es la naturaleza.