Armando Martínez Orozco
Kant tiene una formulación lógica para no creer en Dios (lo cual no significa asociarse al Diablo), sino que cree que cómo el ser humano podría asociarse voluntariamente con quién es omnipresente, omnisciente y todopoderoso.
Estar en las manos de Dios significa el hecho de tener miedo a quien todo lo puede. Pero valga la crítica: están peleando por dinero, por mujeres y poder y en esa lucha están perdiendo la vida. Sin embargo, es fácil refutar a Kant, pues él tiene la teoría de que sólo mediante la ciencia es posible lo conocible. ¿Qué significa esto? ¿Que Dios no está en los mares, en los árboles, en los verdes pastizales?
Ahora, la crítica de Kant se dirige sólo hacia Dios y no hacia el Diablo, como si la muerte no fuera reconocible en sus fechorías. Es cierto que esto es un exceso de teología pero no basta con hacerse a un lado y recordar la palabra bíblica: “Todos caminan hacia una misma meta; todos han salido del polvo y todos vuelven al polvo”. (Salomón [Eclesiastés]).
¿Cuál es el problema aquí? Hay dos grupos confrontándose y los dos están dando la vida (lo más valioso que tenemos) por dos partidos. La oferta (y yo digo ¡uy qué ofertón!) es la siguiente: PAN o Morena. Hasta este punto del juego político (terrible y horroroso juego político) ya no hay hacia dónde huir. Les dijimos con precaución: si no les gusta un partido político, ¿por qué votan por él? Les repetimos, si en el sexenio de Peña Nieto no había necesidad de hacer una revolución de las conciencias, ¿por qué les urgió sacarlo del poder? Pareciera como si la artimaña de la lucha por el poder se tratara de destruirnos unos a otros.
Cuando viajé a Chiapas, sinceramente, me sentía incómodo entre tantos indígenas, sentía que me podían asaltar o hacer algo, hasta que uno de ellos me dijo: “Hombre, somos todos mexicanos”. Lamentablemente, los tiempos de las negociaciones políticas ya no existen, pareciera como si cada cual quisiera imponer su dogma y muchas veces lo hacen con violencia ¿Qué nos ha demostrado esta historia? Hace falta un gran desastre político para que la gente deje de confiar en ella misma. Y ese sería todo mi comentario.
(Foto: Immanuel Kant, filósofo alemán, 1724-1804.)