Juan Carlos Estrada

Periodismo

Quienes tenemos cierta edad entendemos perfectamente la expresión “¡para Ripley!”, utilizada cuando ocurre algo inverosímil. Alocución cuyo origen es la historieta estadunidense “Ripley, ¡aunque usted no lo crea!”, que presentaba acontecimientos extraños, curiosos y hasta increíbles.

Pues auténticamente para Ripley lo que este lunes pasó en el Senado de la República, cuando por primera vez en la historia de México un ciudadano fue obligado a ofrecer una disculpa pública a un integrante de la Cámara Alta que se sintió ofendido porque ese ciudadano en un lugar público lo increpó para criticar su actuación como servidor público.

Resulta que en septiembre del año pasado, en una sala del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, coincidieron el señor Carlos Velázquez y el senador Gerardo Fernández Noroña, momento que el ciudadano aprovechó para cuestionar al presidente del Senado y que, según dichos del legislador, además lo agredió.

Por esos hechos el Senado de la República presentó ante la Fiscalía General de la República una denuncia contra Carlos Velázquez, sin especificar cuál o cuáles habrían sido los delitos presumiblemente cometidos.

Apenas este lunes, Carlos Velázquez tuvo que ofrecer disculpas públicas al senador Noroña, lo hizo en un salón del Senado de la República, acción que fue transmitida por las plataformas de difusión de la Cámara Alta y al que fueron convocados medios de comunicación.

La exhibida al ciudadano fue completa.

«Me dirijo a usted con el respeto que se merece su investidura y persona, para ofrecerle una sincera y profunda disculpa por los acontecimientos ocurridos el pasado 20 de septiembre en el salón American Express del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México», fue la disculpa leída por Carlos Velázquez, la que fue aceptada a satisfacción por Fernández Noroña, esto ante la mirada vigilante de dos funcionarios de la FGR, no fuera a ser que en una de esas se le ocurriera insultar de nuevo a Su Alteza.

Lo ocurrido este lunes no es algo chistoso o anecdótico ni siquiera un exceso más a los que es tan afecto Gerardo Fernández Noroña, es algo gravísimo, es un ataque directo del Estado mexicano, a través del Poder Legislativo Federal y la Fiscalía General de la República, a la libertad de expresión y contra la libre manifestación de las ideas. Nos regresa peligrosamente, no a los tiempos del PRI autoritario o al porfiriato, más atrás, a la era del garrote, cuando se daban azotes en público para dar una lección a los demás. Como diría el clásico: «tenga para que aprendan». Por eso, lo que pasó el lunes en el Senado ¡es para Ripley!