Armando Martínez de la Rosa
Despacho Político
El mismo acuerdo que Donald Trump tuvo con Claudia Sheinbaum lo alcanzó con Justin Trudeau. México y Canadá aceptaron enviar 10 mil tropas y mandos policíacos y militares a las respectivas fronteras con Estados Unidos para contener la migración y el tráfico de drogas, especialmente fentanilo, a cambio de posponer un mes la aplicación de aranceles de 25 por ciento a las exportaciones de los socios comerciales del sur y del norte.
¿Es un buen acuerdo? Para los 3 países, sí, y sobre todo para Estados Unidos, que evidentemente obligó a sus vecinos a ceder y a someterse a un periodo de prueba de 30 días para comprobar si cumplen o incumplen el acuerdo. Los convenios son idénticos y la cifra de 10 mil efectivos en las fronteras es una de las evidencias de que quien los impuso fue Trump.
Trump gana por haber sometido a sus socios y evitar la cancelación de 2 frentes de batalla en sus fronteras norte y sur, que no le conviene tener en momentos en que prepara un golpe similar a Europa y a China. Y ganan Canadá y México al evitar, al menos por ahora, una medida que afectaría sus economías, que no son de presumir en estos días y difícilmente resistirían una recesión como la que causarían los aranceles de 25 por ciento a sus exportaciones. Tampoco a Estados Unidos le conviene desatar los precios internos a la alza.
Las reacciones de las bolsas de valores y de las divisas de medio mundo reflejaron la fragilidad de la economía internacional y el temor a que el bravucón del barrio desate una catástrofe financiera mundial.
Para Sheinbaum, la de ayer es una lección que, bien aprendida, le marca la ruta de la negociación con el principal comprador de manufacturas y productos agropecuarios elaborados en México. Al país no le conviene pelearse con Estados Unidos. Negociar es la ruta. Y hay que hacerlo con inteligencia.
Si una buena negociación lleva incluso al rompimiento con López Obrador, la presidenta deberá optar por los intereses nacionales y la fortaleza de su propio gobierno antes que por los personales -disfrazados de ideología patriotera- de su antecesor y presunto poder tras el trono.
Lo escribí semanas atrás: la acción del secretario de Seguridad Pública, Omar García Harfuch, contra cárteles de las drogas era una señal para Washington, y más cuando el responsable de tales operativos es un hombre a quien López Obrador le tiene animadversión, como lo demostró vetándole la candidatura a jefe de gobierno de la Ciudad de México que Sheinbaum había impulsado.
A cada día le basta su afán, predica el Evangelio, y es aplicable a la política. Estos son los días de Sheinbaum, no los de López. La presidenta deberá sacrificarlo por mucho que le esté agradecida de colocarla donde se encuentra. El poder no se comparte, y el país, menos.
Esperemos que la presidenta haya aprendido la lección y actúe en consecuencia.