Armando Martínez de la Rosa

Las olas

Aún era niño cuando aprendí a entrar a las olas del mar abierto de Colima. A mis hermanos y a mí nos enseñó las artes de nadar en mar abierto nuestro queridísimo tío Don Francisco de la Rosa Sánchez.

Por aquellos años el surfing era un deporte desconocido e inimaginable. Lo más cercano a esa práctica hoy en auge era una suerte de bodysurf, es decir, que el cuerpo propio se convertía en una tabla al tomar la ola poco antes de doblar, mantenerse en ella y luego dejarse arrastrar en la superficie por el torrente una vez reventada la onda. Era puro cálculo que se adquiría con la práctica y un montón de revolcadas.

Esos recuerdos me llegaron hace una semana, el sábado, cuando observaba el Clásico de Pascuales, una competencia de surfistas profesionales en las inigualables olas de Boca de Pascuales, hermanas de las de El Real y El Paraíso. ¿Cómo pudimos mis hermanos y yo ingresar tan niños a olas como esas, caponearlas hasta llegar atrás de la reventazón a disfrutar del agua calma? ¿Y cómo sobrevivimos sin más que algunos raspones a las revolcadas de las olas?

Cierto día, en El Paraíso, nadábamos mi tío Pancho y yo en las olas, jugando a dejarse levantar por ellas y a bracear más adelante o más atrás para mantenerse en la zona donde no te arrastran de regreso a la orilla. De pronto, vimos cómo desde la playa nuestra familia nos hacía señas desesperadas y nos gritaba que saliéramos del agua. -Vámonos, hijo, dale rápido- me dijo mi tío. Las olas nos depositaron en la orilla. Ahí nos enteramos de qué se trataba. Un par de tiburones merodeaba las aguas donde nadábamos y en ese preciso instante sobresalían sus aletas en la zona donde nos encontrábamos poco antes.

Es decir, además de sobrevivir a las olas también lo hice a los tiburones. He tenido suerte con los escualos. Un día contaré otras vivencias con esos bichos marinos.

Precisamente por eso, me preguntaba el sábado si habría practicado el surfing en caso de que en mi infancia lo hubiese habido en Colima. Y desde la arena de Boca de Pascuales me contesté a mí mismo que lo habría intentado y lo habría dejado pronto por carecer del sentido del equilibrio.

Esta semana pude por fin retomar la natación. Por razones médicas, tras una delicada cirugía, los doctores ordenaron evitar esfuerzos físicos fuertes durante 6 semanas. Cumplidas, volví a una alberca después de más de 30 años de no entrenar ni competir. Espero pronto retomar resistencia y velocidad para cuidar la salud y por disfrutar el agua aunque sea en alberca. Me di cuenta de que la técnica la conservo a pesar del tiempo. Qué bueno que hace una semana todavía no podía entrar a nadar en el mar, en las olas, porque mi resistencia es bien poca todavía. Pero las tentaciones aparecieron y hubo que aguantarse. ¿Sabe usted cuántas toneladas de agua caen sobre un nadador cuando le revienta una ola? ¿Se imagina la fuerza de arrastre de la corriente de fondo que se forma cuando la onda ha reventado?

Para andar por ese mundo de agua se debe estar preparado y entrenado, de lo contrario, se corre el riesgo de pasar de ese preciso mundo a otro del que no hay retorno.