Armando Martínez de la Rosa

Le debemos tanto al perro

Hace poco, en Estados Unidos biólogos descubrieron que ciertos perros de pelaje amarillo que parecían tan ordinarios como los callejeros son en realidad una raza nativa, los Amarillos de Louisiana, que se le creía extinta. Se parecen al dingo australiano, por cierto.

Le debemos tanto al perro.  El bicho está ligado a los humanos desde hace muchas decenas de miles de años. A tal grado se han compenetrado canes y hombres que hoy muchos jóvenes llaman a sus mascotas perrhijos y los tratan casi como tales.

Me llama la atención un fenómeno del idioma. El vocablo perro es a fuerza de uso polisémico -de muchos significados- y polimórfico, si es que puede nombrarse así por la enorme cantidad de palabras que de la original se ha derivado. Sustantivos y adjetivos con la raíz perro abundan ahora en el español popular de México, además de que el término primigenio y la figura de este animal son usados en muchas obras de arte, en publicidad, en símbolos religiosos y hasta en la música popular. En torno al perro ha crecido una industria gigantesca.

Es curioso que en español y otras lenguas romances derivadas del latín, la raíz canis (can) sea muy usada y a la vez la haya desplazado perro, que se deriva de una onomatopeya, la del gruñido del animal: perr, perr, que luego sirvió para azuzarlo. En portugués se dice cão, pero en gallego azuzar los perros se dice apurrar. Cane en italiano, ca en catalán y chien en francés significan can o perro, si bien en catalán también se utiliza gos.

Lo mismo aparece en una obra de alta cultura como la novela La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa, que en un corrido de José Alfredo Jiménez, El perro negro, el bravo animal que vengo la muerte de Gilberto, su dueño.

De proverbial nobleza y valentía, el perro aparece así en otra novela de alta estética, Colmillo blanco, un clásico del escritor estadounidense Jack London. Su fácil lectura en nada desmerece su condición de gran literatura.  En 1991, Randal Kleiser (cineasta más conocido por haber dirigido Vaselina, con John Travolta y Olivia Newton Jones en los protagónicos) llevó a la pantalla la adaptación de la obra de Jack London con el mismo título Colmillo blanco, con el primer actor Ethan Hawke.

Para las culturas nativas de los territorios que serían México gracias al encuentro con los españoles, el perro era lo mismo comida que guía en el viaje de los muertos al más allá. Uno de los símbolos del Colima prehispánico son los dos perros que para el imaginario popular bailan y para los arqueólogos representan la transmisión del conocimiento de los viejos a los jóvenes. La glorieta de los perritos es el monumento al perro colimote o xoloscuintle, si bien los conocedores hablan de una segunda raza colimense ahora extinta.

Hace muchos años, la legendaria XERL de la familia Levy, transmitía el cuento radiofónico Los 101 dálmatas, versión basada en la película de animación del mismo nombre filmada en los estudios de Walt Disney, a su vez adaptada de The Hundred and One Dalmatians (Los 101 dálmatas) de la escritora inglesa Dodie Smith. En el fondo, era la sublimación del perro a la condición de aristócrata.

En el habla popular mexicana, perro y sus vocablos derivados tienen numerosos significados. De algo que satisface por su calidad se dice que está “bien perro”, de donde proviene “perrón”, esto es, que sus cualidades son aún mayores.

Puede ser despectivo, si decimos que tenemos una vida de perro o si uno es tratado como a un perro. Se ejemplifica con un dicho: soy como perro de rico, en las fiestas me amarran y cuando hay pleito me sueltan. A un grupo de gamberros, se le puede decir “la perrada”.

Entre los así llamados vulgarismos, una de las expresiones más ofensivas espeta: “tu perra madre”. De una mujer con ciertas habilidades amatorias extraordinarias se afirma que “tiene perrito”. Y se le llama perra a una mujer facilona. Una forma de baile de barrio bajo es el perreo y para expresar asombro por un acto relevante se exclama ¡ah, perro!

Escribo esto mientras en la tablita redonda del centro del comedor observo una botella de salsa exquisita, hecha en Tijuana, de chile chiltepín, y se llama Perrona hot sauce (salsa picante). Se las recomiendo, es verdad, está bien perrona.