Armando Martínez Orozco

Tanto H. P. Lovecraft como Edgar Allan Poe están al mismo nivel como amos del terror literario. Pero Lovecraft se interna en los terrenos de la locura, la demencia; Poe se dedica más bien a burlarse de la muerte cuando resucita momias y las hace quebrarse de espanto ante la realidad.

De los dos he leído menos de lo que deseo y a pesar de ello puedo decir que Jack London no está lejos de internarse en los terrenos de la muerte y la locura en personajes tan espasmódicos, terribles, que sólo buscan realzar la esencia de su virilidad. Si la testosterona es el producto de la infamia, Jack London consigue a través de sus embarcaciones de tiranos hacerse a un lado lo que unos conocen como la máxima de la feminidad: el temor a la muerte.

Poe tiene inclusive por ahí un cuento que es paráfrasis de Scheherezade, la mujer que cautivaba reyes con historias magníficas sólo para no ser degollada. Allan Poe retoma el tema y acaso nos habla de gallinas tan grandes como un camello, sin plumas y con sangre de cemento exclusivamente para hacer lo que mejor hacen los escritores: ironizar con temas como el amor, la muerte, el miedo a lo desconocido y un sinfín de otras variantes de este maravilloso mundo de las palabras.

Discúlpenme por haber usado la referencia a la feminidad como temor a la muerte. No se es más hombre ni más aventurero sólo por no tener angustia respecto de las innobles cualidades del infierno. Aquí y allá, el Diablo toma nota y dicta sus mejores argumentos. Poe y Lovecraft simplemente fueron buenos escuchas.

A veces creo que Kierkegaard trata asuntos filosóficos como la desesperación de una forma bastante inocente y que sólo es un argumento más a favor del anarquismo. Si lo has perdido todo, la única opción es la desesperación.

Cioran también habla de la desesperación, de la inutilidad de haber nacido y otros sinnombres hechos sólo para darnos cuenta de que la verdadera felicidad está en el conocimiento o en la inocencia de no conocer nada.

Sin embargo, si Poe y Monterroso hubiesen escrito un cuento en sintonía, pudiera ser de la siguiente manera: «Cuando despertó, el ahorcado todavía estaba allí». Ironizan con la muerte no porque no le teman, sino porque es un asunto filosófico todavía indescifrable ¿Qué hay después de la vida? ¿El infierno? ¿Un tercer cielo? No lo sabemos y no somos tan valientes como para querer averiguarlo. Entre Lovecraft y Poe, yo elijo el amor por el terror en la literatura ¡Maestros de maestros!