Armando Martínez de la Rosa

** Personifican valor y arte en la tauromaquia.

En apariencia frágiles, y sólo en apariencia, 2 mujeres 2 encendieron el ambiente taurino en Villa de Álvarez, ayer, en la presentación de los carteles de las también 2 corridas de feria en el año 168 de La Petatera.

Y cómo no, si ellas mismas son profundamente taurinas, una en el albero frente al toro y otra sobre el tablao en que se baila el flamenco, esa forma gitanísima de la danza que es emblema de la fiesta brava.

Una se llama Paola San Román, otra Andrea Lara Fonseca. El arte de Paola se expresa en el ruedo, el de Andrea en el baile de fuerza expresiva.

Si ves a Paola sin conocer su profesión, jamás imaginarías que es matadora de toros. Bajita, fina de facciones, sin maquillaje, de pelo marrón, delgadita, tímida como muchos de los buenos toreros, te preguntas cómo con sus cincuenta y tantos kilos como mucho lidia un burel de 500 kilos y lo domina con sólo capote y muleta. Ella, de apariencia frágil, es en realidad fuerte, de carácter recio, valiente, porque de otro modo no se puede ante el astado.

Paola te remite necesariamente a la canción de Serrat: “es menuda como un soplo/ y tiene el pelo marrón,/ le gusta volar bajito/ como un gorrión”.

Cuando habla de plazas y de toros, de su pasión, entonces sonríe, el rostro se le ilumina, le brota la genética taurina de su familia. Habla poco, apenas lo necesario, porque su verdadero lenguaje se expresa en el albero, frente al toro que hay que descifrar en cuanto sale por la puerta de toriles vuelto un bólido y dispuesto a embestir cuanto se le ponga enfrente.

Vendrá Paola a torear a La Petatera, donde ya lidió de becerrista, ahí será la mujer fuerte, valiente, inteligente, artista, matadora de toros por encima de todas las apariencias y de todos los miedos.

De otra parte, Andrea se levanta y sale del rincón en que malamente la colocaron, junto con el conjunto musical flamenco, en la comida de ayer -paella, por cierto- tras la presentación de los carteles. Su llamativo vestido gitano ceñido al cuerpo fino, delgado, esbelto, empieza a ondular. Y entonces se transforma. Danza como elongando brazos y dorso, con el abanico pinta en el aire la plástica de su arte, y con las piernas fuertes hace resonar la armonía de la madera, la percusión del tablao. Gira, deja la impresión de que en cualquier momento emprenderá un vuelo sutil, pero de nuevo la fuerza de las piernas armónicas la sujetan a la tierra, al mundo. Gesticula apenas lo necesario, sólo cuanto su arte exige. Y los gestos del rostro son todos de armonía con el cuerpo dúctil. Y se gana al final un largo aplauso y unos olés brotan del ambiente.

2 mujeres 2, Andrea y Paola, que parecen frágiles, pero son fuerza, inteligencia, coraje y arte.

Y, bendito Dios, las volveremos a ver en La Petatera.

(Foto de Armando Martínez de la Rosa: Andrea Lara Fonseca, en baile flamenco ayer en la presentación de los carteles taurinos de La Petatera.)