Armando Martínez de la Rosa

** Se cumplen hoy 53 años de la matanza de 255 personas, la mayoría estudiantes, ordenada por el gobierno del entonces presidente Luis Echeverría, en la capital del país.

Primero fue un ataque con varas de kendo, luego salieron las armas cortas y largas, sobre todo rifles AK 47 con que el grupo paramilitar llamado Los Halcones asesinaron a 255 personas la tarde del 10 de junio de 1971, Jueves de Corpus en la celebración católica, en la capital del país. Se cumplen hoy 53 años de aquella masacre ordenada por el entonces presidente Luis Echeverría Álvarez.

Habían pasado apenas 3 años de la matanza estudiantil de la Plaza de las Tres Culturas, en 1968, también en el entonces Distrito Federal, que masacró el Movimiento Estudiantil de ese tiempo. También en ese crimen estuvo la mano de Luis Echeverría, secretario de Gobernación en el gabinete de Gustavo Díaz Ordaz. Este último habría de asumir personalmente la responsabilidad del asesinato masivo, cuando ya Echeverría era candidato del PRI a la presidencia de la república, acaso para limpiarle el camino a su sucesor, quien lo mandaría de embajador a España, donde el expresidente enfermó, perdió un ojo y padeció la soledad política acompañado sólo de su esposa y los fantasmas de sus crímenes.

La tarde del 10 de junio de 1971, estudiantes del Politécnico y de la UNAM marchaban en una manifestación -la primera desde la matanza de 1968- desde el Casco de Santo Tomás, contiguo al IPN, y se dirigían al zócalo de la capital.

Apenas recorrieron unas calles, los granaderos -policías de la capital- los acorralaron y entonces fueron atacados por paramilitares del grupo de choque gubernamental llamado Los Halcones. A los estudiantes los agredieron con varas de kendo (un arte marcial) y los jóvenes repelieron el ataque con sólo sus puños. En seguida, aparecieron otros halcones armados con pistolas y rifles AK 47, de esos que suelen portar hoy en día los narcotraficantes.

A tiros disolvieron la manifestación. A muchos estudiantes los asesinaron en la calle. También ejecutaron a civiles, incluyendo niños, que presenciaban la marcha. Otros escaparon y fueron perseguidos. A quienes atraparon, los encarcelaron. Las ambulancias llevaron a los heridos al cercano hospital Rubén Leñero. Los Halcones llegaron al nosocomio y asesinaron a los jóvenes baleados, incluso a algunos que estaban siendo operados en quirófanos. Los paramilitares también agredieron a periodistas y destruyeron cámaras de fotógrafos de prensa para borrar evidencias, pese a lo cual algunas llegaron a las redacciones de periódicos y nulificaron las versiones del gobierno que contó los hechos a su conveniencia.

Los estudiantes marchaban en solidaridad con los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nuevo León, a la que el gobierno estatal le había recortado drásticamente el subsidio de ley. También exigían libertad de los presos políticos del movimiento de 1968. Reclamaban el cumplimiento de promesas de apertura democrática que Echeverría hizo en campaña. La respuesta fueron las balas. Y a muchos sobrevivientes, los encarceló acusándolos de robo, homicidio, daño a propiedad ajena y disturbios contra la paz pública.

Los Halcones eran comandados por Miguel Nassar Haro, titular de la nefanda Dirección General de Seguridad, dependiente de la Secretaría de Gobernación. Exmilitar, policía conocido por sanguinario, asesinó y desapareció a un gran número de opositores al gobierno, sobre todo de izquierda.

Para formar Los Halcones, Nassar reclutó, mediante subordinados de confianza, a militares, policías y lúmpenes presos por diversos delitos a quienes prometió libertad y un sueldo elevado.

También creó la Brigada Blanca, con lacras similares, para desaparecer y asesinar opositores al gobierno, entre ellos Jesús Piedra Ibarra, miembro de la Liga Comunista 23 de Septiembre, luego de que este grupo asesinó, el 17 de septiembre de 1973, en un intento de secuestro en Monterrey, al empresario Eugenio Garza Sada. Detenido en la capital del país en 1975, nunca más se supo nada de Piedra Ibarra. De su búsqueda, nació el movimiento Eureka de Rosario Ibarra de Piedra.

Luego de la masacre de Jueves de Corpus, muchos estudiantes decidieron dejar la lucha política democrática y pacífica y fundaron movimientos guerrilleros o se afiliaron a algunos ya existentes.

Para lavarse las manos de la matanza de 1971, el presidente Echeverría ordenó la destitución (renuncia) del entonces jefe del Departamento del Distrito Federal, Alfonso Martínez Domínguez, chivo expiatorio del crimen presidencial.

En 2006, Echeverría fue declarado culpable de la masacre, pero en 2009 lo exculparon “por falta de pruebas”.