Héctor Sánchez de la Madrid
En solfa
Nunca en la historia de México hubo un aspirante a la presidencia de la República que se quejara tanto de la máxima autoridad correspondiente porque manipulaba los procesos electorales como lo hizo Andrés Manuel López Obrador, pero también jamás tuvimos un mandatario federal que violara flagrante y permanentemente las leyes comiciales, la Constitución y el estado de Derecho como lo ha perpetrado el propio político del sureste mexicano.
López Obrador fue el aspirante presidencial más severo en sus críticas a quienes estaban en el más alto cargo público de nuestra nación, denostándolos y marcándoles con su lengua flamígera sus errores, sus atropellos, sus corrupciones, sus falacias, sus excesos, prometiendo una y miles de veces que de llegar al Poder Ejecutivo federal no sería como ellos, que él sería diferente, sin embargo, después de tres intentos llegó a ese puesto para ser peor que todos y cada uno de ellos.
Nadie en los más de 500 años desde la conquista española de estas tierras que amamos ha prometido tanto a quienes vivimos en ellas como lo hizo Andrés Manuel; ninguno de los virreyes, emperadores y presidentes que escalaron hasta llegar a la cumbre del poder, incumplieron sus compromisos, traicionado su palabra y engañado a quienes creyeron en él como lo ha hecho el autócrata inquilino de Palacio Nacional.
Es imposible enumerar sus mentiras, sus abusos, sus violaciones constitucionales y legales, su cobijo a los corruptos que lo rodean, entre ellos sus hijos, hermanos, primos y sobrinos, sus “abrazos, no balazos” a los cárteles y la evidente impunidad de su gobierno hacia los delincuentes, sus crímenes de lesa humanidad con los niños y las mujeres con cáncer, su laxitud criminal con los enfermos de Covid 19, su abandono a la educación, a la investigación, al campo, etcétera.
Está también su autoritarismo, su falta de política, de diplomacia, su intolerancia hacia quienes piensan distinto a él y tienen los derechos constitucional y humanos a hacerlo, su frialdad y valemadrismo por los casi 190 mil mexicanos que han sido asesinados, entre ellos niñas, niños, mujeres y ancianos. Su intromisión descarada y permanente en el proceso electoral, después de que en 2006 se llamó robado en la elección presidencial y se autoproclamó presidente legítimo en la Plaza de la Constitución, haciendo un plantón durante 47 días en el Paseo de la Reforma y el Zócalo de la Ciudad de México.
Incluyo desde luego las decisiones autócratas de clausurar las obras del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México que tenían un 30% de avance, con el argumento de la corrupción imperante, misma que nunca probó y menos castigó. La cancelación le costó al erario miles de millones de dólares, así como la construcción del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles que adolece de fallas técnicas y logísticas, considerado un fracaso a 2 años de haberlo inaugurado por el escaso número de vuelos y de pasajeros.
Vivimos, entonces, en una distopía, esto es, a pesar de que hemos sufrido lo anteriormente descrito y mucho más que no alcanzo a incluir, hay millones de mexicanos que aplauden las políticas nefastas y tiránicas del presidente y supuestamente votarán por el continuismo que representa la candidata oficialista Claudia Sheinbaum Pardo, escogida por “el dedito” de su tutor y patrón Andrés Manuel López Obrador para levantar el segundo piso de la 4ª transformación, cuando ni siquiera han terminado el primero.
Las personas de bajos recursos reciben 6 mil pesos bimensuales del gobierno federal con el compromiso explícito de apoyar en todo a la 4T y a Morena, incluida la promesa tácita de seguir siendo pobres toda su vida, o al menos durante el sexenio lopezobradorista que por fortuna termina el inexorable 30 de septiembre. El propósito del régimen de Andrés Manuel no es el de acabar con la pobreza, sino al contrario, crear más pobres y asegurar a los que ya lo son, porque así los gobiernos morenistas podrán apoyarse en ellos para seguir en el poder.
El propio López Obrador señaló en su mañanera: “La dicha, la satisfacción de ayudar a la gente humilde, ni todo el oro del mundo vale eso, pero además ayudando a los pobres va uno a la segura, porque ya sabes de que cuando se necesite defender, en este caso la transformación, se cuenta con el apoyo de ellos, no así con los sectores de clase media ni con los de arriba ni con los medios ni con la intelectualidad, entonces no es un asunto personal, es un asunto de estrategia política”. Esa es la logística de Morena dictada por su fundador y dueño.
Por eso y mucho más, las y los ciudadanos que amamos a nuestra nación debemos votar en contra del continuismo de la 4ª transformación, nadie, en la historia de México ha dividido, ha confrontado a las y los mexicanos como lo ha hecho el presidente Andrés Manuel López Obrador, ningún otro mandatario federal ha denigrado, ha manchado la investidura presidencial como el ciclón, el terremoto del sureste. Si Claudia Sheinbaum hubiera prometido en campaña que sería distinta a quien la puso de candidata podríamos darle el beneficio de la duda, pero fue al revés, ofreció construir el segundo piso de la 4T, a pesar de que el primer nivel está inconcluso y plagado de corrupción y de errores.
Está muy claro lo que debemos hacer el inminente 2 de junio cuando saldremos a votar por la libertad o por la opresión, por la democracia o por la dictadura, por la legalidad o por la arbitrariedad, por la paz entre hermanos o por la guerra fratricida, por la verdad o por la mentira, por la civilidad o por la barbarie, por la honestidad o por la indecencia, por la honradez o por la corrupción. Votaremos por un país unido, moderno, próspero, justo, en el que cada quien pueda escoger con libertad el camino que quiera seguir y hacer realidad sus sueños de cuando eran jóvenes, o por una nación dividida, atrasada, insolvente, inicua, en la que se vitupera a quien tiene aspiraciones a ser mejor y a elevar su nivel de vida. Si quiere un México libre vote por Xóchitl Gálvez Ruiz; si quiere un México cautivo vote por Claudia Sheinbaum Pardo.