Armando Martínez de la Rosa
** Aprueba el Consejo Político Nacional del PRI el método de elección de presidente del partido para el periodo 2024 a 2028.
Alejandro Alito Moreno Cárdenas camina sobre una delgada cuerda tendida de un lado a otro de una barranca. Tiene enemigos en ambos lados y todos le mueven la cuerda para derribarlo.
El hombre se ha engallado. Acaso está convencido de la utilidad, en la coyuntura, de los beneficios de una imagen beligerante. Así se mostró en la reciente asamblea nacional en que les declaró la guerra a los priistas y no priistas del pasado reciente y no tan reciente que utilizaron ese partido para su beneficio.
“Soy echado pa’ delante”, se definió a sí mismo. Y la emprendió contra el Padrino, el Corleone [o Capulina, para los enemigos irreverentes] de los años más cercanos, Manlio Fabio Beltrones. Y contra la tenebrosa expresidenta del PRI que operó la entrega del poder presidencial de Zedillo a Fox, en 2000, Dulce María Sauri Riancho. Y contra ese priista no priista a quien una niña corrigió por decir ler en lugar de leer, cuando era secretario de Educación, Aurelio Nuño, operador de la segunda entrega-pacto de la presidencia en 2018. Y levemente, contra Carlos Salinas, el misterioso exiliado Duende de Dublín, villano favorito de todos. Y, claro, contra los poderosos actuales.
Y dijo, después de la asamblea nacional, que el cónclave nunca fue planeado para reelegirlo, como decían sus enemigos de uno y otro lado del barranco. Y sí, no fue en la asamblea.
Ayer, sin embargo, el Consejo Político Nacional aprobó el método de elección de presidente del tricolor para el periodo de 2024 a 2028.
“Con 474 votos a favor, 5 en contra y 7 abstenciones, el Consejo Político Nacional de nuestro partido aprobó el método electivo de Asamblea de Consejeras y Consejeros Políticos, para el proceso ordinario de renovación de la dirigencia del PRI, para el período estatutario 2024-2028”, informó en redes sociales el partido de Alito.
Apunta para reelegirse. Lo hará. Tal la bronca que viene. Se impondrá. Porque pocos, o casi nadie, se opondrá. Luego dirá que los priistas lo reeligieron. Hasta ahí, todo será normal. Sucede así en los partidos, cualesquiera de ellos.
El problema vendrá después. Impugnarán su elección, el INE dirá que se violó la ley en la reelección y que la modificación de estatutos no puede aplicarse a su beneficio. El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación ratificará la sentencia. Tendrán que relevarlo. Llegará entonces Rubén Moreira. Alito será una suerte de poder tras el trono, tronito, porque del partidazo que fue sólo queda una pálida sombra.
Una cosa es cierta: mientras Alito esté de hecho o por derecho al frente del PRI, los del pretérito inmediato no pasarán.
La pregunta persiste: Entre uno y otro bando, ¿cuál puede reconstruir un partido que tiene otro a su imagen y semejanza, su otro yo, su copia fiel, en el poder presidencial?