Héctor Sánchez de la Madrid

En solfa

Hay una frase pronunciada por Agustín Carstens, entonces secretario de Hacienda de la administración presidencial de Felipe Calderón, en la crisis económica que sufrió nuestro país en 2008, que ejemplifica a la perfección la importancia que para nosotros tiene lo que le suceda a nuestros vecinos del norte: “Si Estados Unidos tiene catarro, (a) México (le da) pulmonía”.

 El proceso que atraviesa la nación allende el Río Bravo para la nominación de los candidatos presidenciales de los partidos tradicionales, Demócrata y Republicano, era de por sí sumamente singular al participar por el primero el presidente en funciones, Joe Biden, mientras que por el segundo el expresidente Donald Trump, uno de 81 años y el otro de 78 años, ambos muy mayores.

 Antier, el Partido Republicano oficializó la candidatura de Trump, a dos días de sufrir un atentado en el que fue herido de un balazo en la parte superior de la oreja derecha y pudo haber sido muerto en el acto de campaña en Butler, Pensilvania. El presunto autor de los disparos que hirieron al expresidente era un jovencito de 20 años, sin antecedentes penales y republicano.

 Si bien el atentado provocó memes y comentarios chuscos en las redes sociales y los medios tradicionales de comunicación que pusieron en duda la autenticidad del evento, mientras no se confirme esa versión que derrumbaría la postulación de Trump, lo cierto es que la agresión física fortaleció su candidatura, más por la reacción fuerte y entera que tuvo al ser herido por una bala que pudo haberlo matado.

 En contraparte, el presidente Biden en las dos últimas semanas ha dado señales de no estar bien de sus facultades mentales. En el debate con Trump tuvo un desempeño desastroso, y al presentar, en una reunión de la OTAN, de la cual era anfitrión, al presidente Volodymir Zelensky como “el presidente Putin”; una hora después el mandatario estadounidense se refirió a su vicepresidenta Kamala Harris como “vicepresidente Trump”.

El propio Biden pidió a sus compatriotas que lo juzgaran por los resultados de su gobierno y no por el debate y sus declaraciones, sabedor de su incapacidad para articular ideas y frases claras y coherentes, lo cual seguramente no silenciará ni detendrá las voces y peticiones de demócratas y simpatizantes que solicitan su renuncia a la postulación presidencial y plantean un cambio de inmediato.

 Lo grave del presidente Biden es que sus incapacidades no se deben a algún trastorno o enfermedad transistorios sino al deterioro mental y físico que ha sufrido, vamos, ni siquiera son por su edad avanzada ya que ha habido gobernantes mayores que él que fueron eficaces, como Shimon Peres, presidente de Israel de 2007 a 2014, de 84 a 94 años, o la reina Elizabeth del Reino Unido que gobernó hasta los 96 años.

 Una prueba más de la evidente pérdida de sus facultades mentales es su necedad a reconocer que no es apto para ejercer el cargo político más importante del mundo y la urgencia de que renuncie a su propósito de buscar su reelección para abrirle espacio a una o un compañero del Partido Demócrata que pueda ganarle al candidato del Partido Republicano, Donald Trump, además de cumplir su función presidencial a cabalidad.

 Los vaivenes políticos y económicos que están por suceder en Estados Unidos de América repercutirán en la inexorable administración presidencial de Claudia Sheinbaum Pardo que comenzará el 1 de octubre del presente año y terminará el 30 de septiembre de 2030, por lo que habrá de gobernar los próximos 4 años de Trump, Biden o su suplente, más 2 años del sucesor de quien se va a elegir el inminente 5 de noviembre.

 Bien hará la presidenta Sheinbaum y su canciller Juan Ramón de la Fuente en no meterse en el proceso electoral estadounidense y esperar a quien gobernará el poderoso país vecino para entonces establecer los puntos de acuerdo que beneficien a ambas naciones. Contrario a lo que se esperaba, el régimen del presidente Andrés Manuel López Obrador la llevó bien con Trump y Biden, los 2 y 4 años que le tocaron con uno y otro.

 Conocemos el estilo y la personalidad de Donald Trump, al igual que la de Joe Biden, no así la de Kamala Harris o de Michelle Obama, que pudiera entrar alguna de ellas de emergente como candidata demócrata en lugar del presidente en funciones que debería renunciar a su intención de postularse para reelegirse. Cualquiera de ellas tendría mayores posibilidades de ganarle al expresidente que hoy en día se recupera del disparo en su oreja derecha y aprovecha la popularidad que le dio el atentado.