Armando Martínez de la Rosa

Despacho Político

El poder trastorna a muchos políticos. A mayor poder, mayor es también la pérdida de las dimensiones de la realidad. A unos más, a otros menos, les afecta a casi todos. Las excepciones son escasas, y mucho.

Les llega un momento a algunos que el mayor bien humano pasa a segundo o tercer término o sale de cuadro de su perspectiva: la vida de los demás.

Eso le ha sucedido a Claudia Sheinbaum. Desdeñó el indispensable mantenimiento del Sistema de Transporte Colectivo Metro y sobrevino el accidente de la Línea 12, que costó 26 vidas. Los percances en el Metro han persistido. Uno de tales accidentes la sorprendió de gira política en Morelia.

Siendo delegada, se le cayó el colegio Rébsamen, en la capital del país, y evadió la responsabilidad por haber autorizado un piso adicional al edificio cuando no lo resistía.

Durante la pandemia, experimentó en personas un medicamento para reses. Por supuesto, la “científica” falló.

Al causante de cientos de miles de muertes que pudieron evitarse en la pandemia, Hugo López Gatell, el motejado Doctor Muerte, lo tiene en su círculo político cercano. Son amigos desde jóvenes, cuando paralizaron a la UNAM con una huelga a la que los estudiantes se oponían. El paro cortó la carrera de muchos alumnos y a otros les impidió titularse. Uno de los líderes de tal “movimiento” fue Carlos Ímaz -luego esposo de Sheinbaum- que apareció en videos de Carlos Ahumada recibiendo sobornos por cientos de miles de dólares.

A falta de argumentos actuales, en el debate del domingo, Sheinbaum recordó la masacre del 2 de octubre de 1968 acusando al gobierno priista de tal barbarie. Y tenía razón, el Ejército -ante el que se ha rendido vergonzosamente su jefe- y la policía federal mataron cientos de estudiantes. Hay, sin embargo, un dato de la historia. Antes de indicarlo, recordemos que Sheinbaum quiso colocar de candidato al gobierno de la Ciudad de México a Omar García Harfuch, quien si la señora de Morena gana, será encargado de la seguridad pública en el país. García Harfuch estuvo cerca de la masacre de estudiantes de Ayotzinapa.

López Obrador vetó a García Harfuch y Sheinbaum sólo inclinó la cabeza. López sabía que si su candidata gana, escogería a Omar de candidato presidencial. Le resultaría imposible a López controlarlo. Y él aspira a ser el poder tras el trono todo lo que le resta de vida.

Y bien, Sheinbaum recordó la masacre perpetrada por el ejército en 1968. De lo que no se acordó es que ese año era secretario de la Defensa Nacional el general Marcelino García Barragán, abuelo de Omar García Harfuch. Lástima que a Xóchitl Gálvez no se le prendió el foco para señalar el dato en el debate mismo.

El régimen que la candidata de Morena defiende, el de su jefe, también desprecia la vida. A ese gobierno, la pandemia le cayó “como anillo al dedo” -lo dijo López-, desaconsejó el uso de cubrebocas, dejó desprotegidos a doctores de hospitales públicos y les negó la vacuna a los de los privados. Recomendó en cambio seguir saliendo a la calle, comer en lugares públicos y usar estampitas y escapularios para protegerse ante el coronavirus. Lo decía el presidente sonriendo con sorna, con gran desprecio por la vida.

Eso sí, cuando ellos se contagiaron, los mejores médicos militares los atendieron y les aplicaron medicamentos antivirales que sólo se conseguían en Estados Unidos. Ah, pero ya no hay privilegios.

Y han optado por abrazar bandidos y dejar, por contraparte, desprotegida a la gente ante el crimen organizado.

Desprecian la vida… mientras no sea la suya propia, claro.