Armando Martínez de la Rosa

** El 25 de diciembre era fecha de celebración del nacimiento del Sol en culturas y civilizaciones antiguas desde mucho antes del cristianismo.

El 25 de diciembre es el primer día en que el Sol recobra el camino a su, desde ahí, a ocupar más tiempo de brillo. Días atrás ha ocurrido el solsticio de invierno, 21 de diciembre, y hasta el 24 ocurrirán las 3 noches más largas del año. En lo sucesivo, el astro saldrá cada vez más temprano y durará más tiempo brillando sobre el planeta, a razón de un minuto más cada día, hasta alcanzar su esplendor y duración máxima al iniciarse, 3 meses después, la primavera.

Acontece, entonces, el equinoccio de primavera, esto es, la fecha en que el día y la noche tienen la misma duración y en adelante la luz solar permanecerá un minuto más cada 24 horas hasta llegar al solsticio de verano, el 21 de junio, cuando se tiene el tiempo de luz más largo del año.

Así, el 25 de diciembre significó para muchas culturas y religiones antiguas el renacimiento del Sol que ha derrotado de nuevo a la oscuridad y la negrura del inframundo. Traerá con él la vida.

Los egipcios celebraban el 25 de diciembre el nacimiento del dios Horus, el dios sol, igual que los persas con Mitra, su equivalente. Del mismo modo y en la misma fecha, los griegos festejaban a su dios sol, Apolo. Y los antiguos romanos tenían unas largas fiestas del 17 al 23 de diciembre dedicadas al dios de la agricultura, Saturno. Se llamaban las saturnales.

Los primeros cristianos no celebraban la Navidad. La fiesta central, importante, relevante para esas comunidades primigenias del cristianismo hasta el siglo IV fue la Pascua, que conmemoraba la resurrección de Jesucristo, que tras la crucifixión y ser sepultado volvió a la vida al tercer día. Cristo, enviado del Dios Padre, había vencido a la muerte, a las tinieblas y a la oscuridad para señalar la esperanza de la vida eterna. Así sucedió hasta el siglo IV después de Cristo.

Entre los años 320 y 353 de nuestra era, cuando el emperador romano Constantino había abrazado el cristianismo, se estableció la celebración de la Navidad el 25 de diciembre de cada año. La fecha la fijó el papa Julio I, acaso como una conciliación con las Saturnales de los antiguos paganos romanos. Y en 529, el emperador Justiniano oficializó la Navidad para el imperio romano, que ya tenía por religión oficial el cristianismo.

Desde entonces, los cristianos -católicos, ortodoxos de Grecia y Jerusalén, protestantes, evangélicos, mormones y anglicanos- festejan la Navidad el 25 de diciembre. El resto de los cristianos ortodoxos la celebran el 7 de enero debido a que utilizan el calendario juliano, que tiene una diferencia de 13 días respecto del calendario gregoriano que prevalece en las culturas occidentales.

LOS NACIMIENTOS NAVIDEÑOS

En México, instalar en los hogares y hasta en sitios públicos los Nacimientos navideños es una tradición de siglos que comenzó con los frailes franciscanos.

Los Nacimientos -llamados Belenes, en España- se originaron en Italia, en 1223, por una idea de San Francisco de Asís, quien los utilizó para evangelizar a los paganos de la región de Lazio.

La primera representación se dio en una cueva de esa región italiana con personas reales en los papeles de Jesús, María y José, además de pastores y otros, así como el acompañamiento de animales vivos.

El método se extendió a muchas regiones de Europa y finalmente llegó a la Nueva España con los frailes franciscanos con el mismo fin de evangelización.

Producto de la cultura cristiana europea y las prehispánicas, en la Nueva España los Nacimientos reflejaron el sincretismo, la mezcla de ambas culturas. Por tal razón, en ellos aparecen figuras de plantas como los nopales, heno, musgo, animales diversos y hasta el demonio, el ermitaño y ángeles.

No obstante, la idea esencial se ha preservado a lo largo de más de 500 años en México.

Aunque la Navidad es la fiesta mundial más importante del cristianismo, todavía contiene un elemento pagano relevante: el árbol navideño.

Proviene, hasta donde se ha documentado, de las civilizaciones paganas del norte de Europa, que en invierno colocaban un pino a la entrada de sus casas y lo adornaban con velas encendidas. Era una forma de ofrenda para que los días de sol y fertilidad regresaran.

La tradición del árbol de Navidad se ha extendido por el mundo, los hay incluso artificiales e incluso creados mediante luces. Tal su arraigo que hasta el regiones como la nuestra, Colima, tiene amplio espacio a pesar de que si algo sobra en invierno son los árboles verdes de muchas especies.

La Navidad, con todo y sus orígenes paganos, es una celebración profundamente cristiana, hondamente católica y parte relevante de nuestra cultura, si bien se ha deteriorado su significado y en muchas ocasiones se vuelve una simple fiesta de comida y vino.