Armando Martínez de la Rosa

Sabbath

Es una creencia arraigada en muchos cazadores que fumar en la cacería de venado incrementa las probabilidades de que el animal se espante al olfatear el humo del tabaco.

No defiendo el hábito de fumar ni mucho menos lo recomiendo, pero expongo algunas experiencias personales sobre este asunto.

Para mí y conforme a mi experiencia en el caso, la afirmación de que el humo de tabaco ahuyenta a los ciervos me parece un mito. Cuando he debatido acerca del asunto con cazadores experimentados, sobre todo del norte del país, les he expuesto un argumento de la más sencilla de las lógicas. Si un venado percibe el humo, significa que el viento está a su favor, es decir, que sopla en dirección a él y por eso lo detecta. Evidentemente, saldrá de inmediato en sentido contrario, en franco escape, alarmado. Si eso ocurre, significa que el aire le llevó también el humor humano y lo percibió incluso antes que el humo. Esto es, fumando o no fumando, el ciervo habría detectado al cazador.

Cuando acudía yo a las arreadas o aventadas de venado, en 2 ocasiones pude abatir la presa en momentos en que me encontraba fumando. Quiero decir que tenía el viento a mi favor y que los bichos no habían detectado ni mi olor ni el humo.

Una experiencia similar tuve en otra ocasión cazando al acecho. En mi puesto de tiro, mientras esperaba cerca de un aguaje y en momentos en que tenía un cigarrillo encendido, apareció un venado grande, de al menos unos 5 años de edad, es decir, experimentado y precavido. Lo observé a una distancia de unos 40 metros. Como lo veía con claridad y sin obstáculos a la visión, con el sol a mis espaldas, decidí disparar en ese momento. Acerté un tiro impecable y el animal cayó sobre sus patas. De nuevo: el viento estaba a mi favor. Si hubiese estado a favor del bicho, ni siquiera se habría acercado.

Lo mismo me ha pasado en la cacería de jabalí. Este astuto y feroz animalito posee una visión deficiente que compensa sobradamente con un agudo sentido del olfato y un excelente oído.

Así que considero un mito la afirmación de que fumar no congenia con la caza de venado o de jabalí.

En cambio, hay otros elementos que sí alertan a la caza tanto o más que la percepción de humo o aromas humanos. Ese es el ruido. En su ambiente, los bichos conocen todos los sonidos y distinguen cuál es propio de su entorno y cuál es extraño. Me consta, porque me ha sucedido, que un leve, levísimo ruido producido por el roce de la suela de la bota en la tierra limpia donde me encontraba, alertó tanto a un ciervo a unos 30 metros de distancia que de inmediato detuvo su hasta entonces feliz marcha. Lo había detectado yo desde más de 100 metros de distancia, cuando se asomó detrás del tronco de un mojo. Poco a poco, subió hacia mi lugar con la clara intención de llegar al bebedero en un cañón estrecho. Lo dejé entrar y cuando lo tuve en rango de tiro, cometí el error de mover levemente unos centímetros mi pie de apoyo. Anda vete con el bicho.