Armando Martínez de la Rosa

Despacho Político

¿Qué hay de nuevo en las campañas electorales? Casi nada. O nada. Las prácticas de los candidatos son idénticas a las que utilizaron sus antecesores hace 3, 6, 12, 24 años y hasta en los comicios del siglo pasado.

Se colocan en un crucero vial, en compañía de seguidores, a pegar calcomanías en que aparece su nombre, su fotografía y un llamado a votar por ellos. ¿Ideas? Ninguna. ¿Para qué?, si el voto, dicen, es emocional, no racional. Exudan un entusiasmo que los ciudadanos difícilmente comparten. Los observan, los saludan, los ven por primera vez y saben que acaso nunca los vuelvan a encontrar. Saben los ciudadanos que cuando busquen a quienes hoy piden votos, pasarán por un largo, tedioso, insoportable tamiz para que, con mucha suerte, un día los atiendan.

Unos aspiran por primera vez a, digamos, una alcaldía. Otros desean repetir. Detrás de estos últimos está una larga cauda de antiguas promesas incumplidas. He recorrido la ciudad de Colima y encontrado los mismos viejos baches de hace 3 años, los pozos dejados por los arcaicos ciclones en los empedrados, el andador al Rancho de Villa por el que caminan miles de personas, sucio, desatendido, pintarrajeado, las bancas deterioradas y sobre una de ellas hasta un tronco caído, es ejemplo de la desidia gubernamental. Calles y avenidas sin banquetas, plazas públicas dejadas a la buena de Dios.

Las alcaldías están cruzadas de brazos ante la inseguridad pública. Es el viejo pretexto: es asunto del estado, es materia federal. Federación y estado tiran la bolita a los alcaldes. Mientras, la gente padece al crimen organizado que hace y deshace a su antojo, sabiendo que la impunidad es su mejor territorio.

Transcurren las campañas sin ideas, sin propuestas de solución alguna o con las viejas recetas del pasado que todos dicen no querer y en ese tiempo se encuentran atascados. Quienes se dicen nuevos, como los anaranjados, sustentan prácticas antiquísimas.

Los discursos son iguales unos a otros, caben en cualquier partido. Su lenguaje es indiferenciado, de uso común.

Hay candidatos nuevos, eso sí. Compiten con otros más experimentados. Pronto, en 3 años, las caras nuevas serán recicladas. En el tumulto de candidatos, sean de mayoría relativa o de lista privilegiada, aparecen quienes apenas comienzan una carrera y quienes se aferran al poder con sus últimos alientos políticos, más paseados que sobrecargos de aviación.

Lo más destacado de las campañas es el entorno. Un ambiente de creciente violencia criminal es el marco enorme ante el cual los candidatos se muestran indiferentes, voltean a otro lado, encerrados en una burbuja de encantadora felicidad, la de ellos. Ni una palabra se les escucha acerca del principal problema de Colima y del país. ¿Precaución  de unos, miedo de otros, complicidad de algunos? ¿Cómo saberlo? Lo negarían, por supuesto.

Las campañas son los paseos de siempre, los montajes de antaño, la película vista una y otra y otra vez. Y encima, los candidatos se disgustan con quien lo señala.

Y de esa muchedumbre saldrán quienes gobernarán a partir de finales de este año, que ya está agotando el primer tercio.

P.D. Estamos de regreso en Criterios. Gracias por su lectura.