Armando Martínez de la Rosa
Tambores de guerra
Irán está en vías de fabricar ojivas nucleares. Armas de fisión nuclear tienen Estados Unidos, Rusia, China, India, Israel y Corea del Norte. Los chinos andan a la carrera construyendo una bomba de hidrógeno.
En otro de sus delirios, Trump empujó a Irán a proseguir el programa nuclear que Obama consiguió contener.
Así que en el barrio hay mucho barbaján plantándole cara al bravucón de la cuadra. Y el barrio mira azorado los despropósitos de unos y otros, a ver quién es el primero que saca la pistola y si tiene tiempo de disparar antes de que le caiga plomo veloz.
Hasta ahora, la escasita prudencia mantiene la Glock enfundada, aunque las manos estén rozándola. Bien lo dijo Pérez Reverte, que sabe más de una cosa sobre horrores de guerra: Cuando a un malo lo siguen mil tontos, no hay mil tontos aborregados, sino mil y un malos.
La crisis de Occidente y los rencores de Oriente están acorralando al mundo y obligándolo a pensar en nacionalismos de pacotilla y patriotismos ridículos que siempre terminan en sangre, muertos y arrepentidos.
¿Podemos nosotros, simples ciudadanos, detener la guerra? Si es ilusión, que se le borre. No podemos. Ni los rezos alcanzan. Pero por lo menos, no sea usted nacionalista, ni patriota, ni discriminador, ni gandaya, ni racista. Aprenda por lo menos de una mujer sabia que vivió hace más de 500 años, la reina Isabel, la más lúcida antirracista que haya existido, cuando recomendó al Nuevo Mundo: “Cásense españoles con indias e indios con españolas”. Miraba el presente y diseñaba un buen futuro. Quienes piensen así, no podrán detener la guerra, pero si sobreviven, quizás puedan reconstruir el mundo y hacerlo mejor.