Armando Martínez de la Rosa
** Volvieron a recorrer las calles, a expresarse contra la violencia, los feminicidios, el acoso sexual y contra la opresión del Estado. ** Derriban de nuevo la puerta de Palacio de Gobierno. ** Reclaman a la gobernadora su indiferencia y le exigen “dar la cara”.
Porque los problemas de ellas son los mismos ahora que antes, miles de mujeres marcharon ayer por las calles de la ciudad hasta el frente del Palacio de Gobierno. Sus voces, sus consignas, sus demandas desenmascaran a una sociedad, y sobre todo al Estado, que mantiene soterrada una realidad de violencia social y sexual cotidiana contra las mujeres.
“Nos han quitado todo, hasta el miedo”, se leía en uno de los cartelones que portaban las manifestantes, es decir, están decididas a luchar hasta erradicar la realidad oprobiosa que las agrede y las agravia.
Denuncian un sistema político y social, el patriarcado, que las somete y las hostiga todos los días. Por eso salen a marchar. Son miles y lo corean: “¡No somos una, no somos 10, pinche gobierno cuéntanos bien!”. Remarcan su persistencia: “No que no, sí que sí, ya volvimos a salir!”.
Sí, salieron a marchar miles en el M8, 8 de marzo, el Día Internacional de las Mujeres. No, no es una fiesta ni una celebración, ni “su día social” ni fecha para enviar flores, es una jornada de lucha contra una realidad feminicida, un gobierno cómplice de la violencia y un Estado macho, patriarcal y opresor.
La marcha expresaba enojo, indignación, hartazgo y también esperanza y determinación de continuar su lucha. Al final de la marcha, en el mitin, la única oradora denunció que “nos quisieron callar” pues les quitaron el templete y las bocinas colocadas previamente para ese mitin. Pero, dicen, “aquí estamos”.
La marcha comenzó en la rotonda de las personas desaparecidas, en el parque de la Piedra Lisa, recorrió unas cuadras de la Calzada Galván y tomó Madero hasta el jardín de la Libertad y ocuparon la calle y todo el frente del Palacio de Gobierno, la catedral y la banqueta oriental del jardín. Como otros años, esta vez fueron miles de mujeres, lo mismo niñas que adultas mayores, la mayoría eran jóvenes.
Los coros lo dijeron todo. “¡Señor, señora, no sea indiferente, que matan a mujeres delante de la gente!”. Y sobre las desaparecidas forzadamente: “¡Vivas se las llevaron, vivas las queremos!”. Un cartel resume el anhelo y la meta de sus luchas: “Vivas, libres y sin miedo”. Una cartulina más expresa el cambio en la conciencia: “Nos sembraron miedo, nos crecieron alas”.
Marcha ajena a los partidos políticos y al gobierno, tiene sin embargo precisión política. Ellas gritan y escriben en los muros: “El Estado opresor es un macho violador”.
El entusiasmo por marchar, por expresarse, por sacar a la luz pública lo que el gobierno oculta, ha creado frases de ingenio. “¡La que no brinque es macho, la que no brinque es macho!”, o esta: “¡Verga violadora, a la licuadora!”. “¡Con falda o pantalón, respétame, cabrón!”. Quieren una vida en libertad, sin acoso, sin violencia, sin feminicidios, sin opresión.
Por tan frecuente cuanto soterrado, el acoso sexual es repudiado desde diferentes puntos de vista, al final todos coincidentes. Como el de esa joven que lo levantaba para precisar: “Basta de acoso, no doy masajes con final feliz, soy profesional de la salud”. Y uno directo, retador, crudo: “Se te pone grande cuando acosas, pero bien chiquita cuando te delatan”.
Al llegar frente al Palacio de Gobierno, muros, puertas y ventanas se llenan pronto de letreros pintados y de carteles y fotografías, estas últimas de mujeres desaparecidas forzadamente o asesinadas.
La oradora recuenta que en el gobierno de Indira Vizcaíno Silva más de 400 mujeres han sido asesinadas, denuncia la violencia contra las mujeres, los feminicidios y el acoso sexual. Colima es, recuerda, la segunda ciudad más violenta del mundo.
Después, varios cientos se preparan para la culminación de la jornada: derribar, como el año pasado, la puerta principal de Palacio de Gobierno. Corean: “¡No se va a caer, la vamos a tumbar!”. Primero, unas empujan las dos grandes hojas de madera, luego las martillan, intentan prenderles fuego. Al final, la puerta cede y es derribada por partes. Detrás no está libre el acceso al edificio. Encuentran pesadas estructuras metálicas que tapan el paso. “¡Tienen miedo!”, gritan algunas manifestantes.
Indira Vizcaíno ha sido catalogada por los coros, están decepcionadas de la gobernadora e ironizan sobre su grado académico, una maestría en derechos humanos. Y gritan: “¡Indira no es aliada, es privilegiada!”. Que dé la cara, demandan. La mandataria está en otro lado, en cualquier sitio, no en Palacio de Gobierno.
La noche ha caído, como la puerta, y poco a poco las manifestantes se dispersan.