Armando Martínez Orozco
Para quienes de verdad saben de filosofía, utilizan términos extrañísimos, excesivamente académicos e incomprensibles para nosotros, los autodidactas.
El otro día escuchaba a Slavoj Zizek hablar sobre el ethos y el pathos, pero a final de cuentas su argumento se basaba en un argumento donde la realidad es conocible, cognoscible dicen ellos, solo mediante las ideologías y ellas son impuestas la mayoría de las veces por los gobiernos en turno.
Recordamos a Ortega y Gasset con su argumento sobre el materialismo histórico, él simplemente lo nombra realismo y dice con cuánta dificultad se puede rebatir un argumento donde los hechos mostrados son ciertamente la única posibilidad de interpretación.
Si usted tiene alguna teoría y esa teoría nos muestra un universo plagado de pobreza, miseria y hambre, a quien no detenta esa perspectiva le será dificilísimo rebatir su interpretación del mundo.
Esto es un problema pues quien detenta verdades absolutas crea mundos plagados de inmisericordes seguidores y a quien se atreva a oponerse, se le castigará con el olvido.
Autores como Jorge Luis Borges buscaban la eternidad en su obra, como si hacerse un pedacito en la historia fuera la capacidad de no morir y al final de sus días llegó a declarar que él solo quería que sus lectores empezaran a olvidarlo.
Creó un maravilloso cuento, llamado El Aleph, donde el personaje se encuentra con una bola de cristal donde es posible ver todas las caras de los astros, las casas antiguas, las recientes y los soles del porvenir.
La narración es maravillosa pues es la pluralidad hecha literatura, la inteligencia dispuesta a hacerse de los confines de la tierra donde todo puede imaginarse. He leído bastantes libros pero pocos merecen mi memoria, eso es la búsqueda de eternidad.
Creo que es Juan Villoro quien argumenta que internarse en la creación novelística es además la desgracia sucedánea de internarse en los terrenos de la locura.
Ahí está Lovecraft, con una maravillosa prosa dedicada al estudio de los confines de la esquizofrenia, la neurosis y la bipolaridad. Si la razón produce monstruos, los escritores tienden puentes a los manicomios.
Afortunadamente, en redes sociales ya empieza a hablarse de literatura y filosofía, y frecuentemente son almas jóvenes quienes se adentran en los terrenos del amor a la sabiduría y el elogio a las letras.
El capítulo 37 de la primera parte del Quijote, conocido con el abreviado nombre de Discurso sobre las armas y las letras, es un interesantísimo razonamiento acerca de si un hombre debe tomar el camino propuesto por el ejército o debiera dedicarse al estudio de las leyes.
Lamentablemente, volviendo a Ortega y Gasset, nos encontramos con un autor que elogiaba a la monarquía y el poder de las minorías, y fabrica un pensamiento que tiende a alabar a que unos cuantos sean quienes ostenten el gobierno de su país de forma perenne.
Hay en filosofía preguntas interesantísimas: ¿Quién soy? ¿Para qué he venido a este mundo? ¿Qué es el universo? ¿Se nace hombre o se nace mujer? ¿Qué significa ser mujer? ¿Qué es el hombre? ¿Cuál es el propósito de mi vida en esta breve estancia?
Es riesgoso adentrarse en estos cuestionamientos, primero, a una muy corta edad, y segundo, sin el acompañamiento de psicólogos y psiquiatras. Uno puede pasar toda la noche en vela preguntándose: ¿Para qué he venido a este mundo?
A mí personalmente me gusta mucho Trotsky, uno de los principales artífices de la revolución rusa, pero no quiero entrar en detalles pues su lectura con inmadurez es riesgosa y siempre pero siempre es un llamado a las armas y a la organización de los obreros en los barrios y no principalmente al diálogo y a la generación de un partido capaz de derrocar al sistema. León Trotsky era, a final de cuentas, un militar haciendo filosofía de la historia. Por eso es tan violenta su literatura.
A quienes nos han acompañado hasta este punto de la historia, debemos decirles que hemos leído a Carlos Marx, y es interesante, pero desaprobamos sus postulados de pies a cabeza pues solo son una glorificación del capitalismo en su estado más salvaje ¿No es eso inhumano?
Alguna vez un profesor de literatura universal nos hizo cerrar los ojos e imaginamos nuestro sueño posible. Todos soñamos con una gran profesión, una casa grande, la esposa perfecta y el jardín recién cortado. Pero, de nuevo, para todo ello, mi profesor nos recordó: si quieren lograr su sueño, muchas veces tendrán que abandonar a su familia. No es mi caso.
Actualmente, y es deshonroso, Morena empieza a pensarse como, digamos, un partido imperialista, sus conquistas territoriales son cada vez más extensas y no hay cabida para el pensamiento de oposición pues muchas veces llegan a ser violentados. Para mí, la democracia perfecta está basada en la pluralidad, pero la pluralidad también está basada en el desorden, pero es un desorden auténticamente democrático. Si usted aprende a votar, le dará un voto a Morena, otro a Movimiento Ciudadano, otro al PRI y por último, otro al PAN. Así se forma la pluralidad en una auténtica democracia. Cada cual tiene su tajada de pastel. Ahora, si nos vamos a cuestiones más profundas, podemos preguntarnos: ¿Para qué estamos aquí los periodistas? ¿Hacemos crítica para cambiar el mundo o lo nuestro es simple propaganda? ¿Tenemos alguna condición de ventaja cuando no se nos invita a la guerra? ¿Es preciso buscar la verdad o sólo manipulamos la realidad? Esa, señoras y señores, es la cuestión.