Armando Martínez de la Rosa
Sabbath
Por este tiempo, en los montes han comenzado a parir las primeras venadas. Se inicia así el ciclo de repoblación de ciervos en tierras de Colima.
La vida de las venadas salvajes es dura, llena de riesgos y responsabilidades. Nada fácil, si se compara con la de los venados, destinados a comer, descansar y, una vez al año, pelear por el derecho a montar a la mayor cantidad de hembras posible. Cierto es que al macho a veces le va la vida en las batallas por las ciervas, aunque es raro un desenlace fatal. Así es la naturaleza.
Son pocas las pariciones durante julio. Las venadas que fueron preñadas a finales de diciembre, al iniciarse la berrea o temporada de monta, suelen ser las de más edad. La mayoría son cargadas en enero y las más jóvenes en febrero, si las corridas se alargan como ocurrió este año seco.
Casi todas las ciervas paren un recental por vez, si bien algunas de mayor edad dan a luz 2 y eventualmente hasta 3 cervatos. Como fuere, la tasa de sobrevivencia es más alta, según biólogos especializados, de recentales únicos, pues amamantar a 2 ó 3 es tarea agobiante para la madre.
La mayor parte de los nacimientos ocurren en agosto y algunos todavía en septiembre, en tierras de Colima. Sólo 2 de las 14 subespecies de venado cola blanca habitan territorio colimense: Odocoileus virginianus sinaloae y Odocoileus virginianus acapulcensis. El primero suele desarrollar una talla más grande, y el segundo, menos alto, es más musculoso, más amarrado, dicen los rancheros.
Cuando ha llegado el tiempo de parto, la venada se aleja de sus congéneres y solitaria busca sitios de monte muy cerrado que ofrecen más protección a las crías, que apenas al nacer se sostienen en pie y en unos días más son capaces de correr a considerable velocidad, si lo necesitasen. Una vez que el recental se mueve ágilmente, la madre sale del escondite a alimentarse y beber. Ahora, tiene al gabato recién nacido y al cervato que parió un año antes, que ha regresado con ella por una última temporada para después, cuando vuelva la berrea o tiempo de apareamiento, alejarse definitivamente y hacer por la vida por sí solo en un territorio nuevo.
Los principales depredadores del venado son el jaguar, el puma, el ocelote y el lince, entre los felinos, y el coyote entre los cánidos. Sin embargo, hay especies ferales que causan estragos en la población de ciervos. Tales los perros domésticos que se remontan a los bosques y montañas. En tal caso, los canes deben ser erradicados sin miramiento.
Poca es la leche de las mamas de la venada. Pronto, el cervato alternará hierbas y frutos con el alimento materno. En unas pocas semanas, será destetado de manera natural, y más si con él ha nacido un gemelo.
Las crías tienen máculas blancas y rayas negras en el pelaje marrón. Les sirven para camuflarse en el monte mediante el rompimiento de la figura a la vista de los depredadores.
Aunque ya se alimenten por sí mismos y hayan aprendido los sitios donde beber agua, las crías permanecen con la madre muchos meses más fijando conocimientos y reforzando habilidades naturales que les ayudarán a sobrevivir en un ambiente acogedor y hostil a la vez. Pronto, identificarán los peligros mediante el olfato y, sobre todo, el oído.
Allá por posadas y Navidad, cuando empiece la época de apareamiento, la madre alejará de ella a los cervatos para emprender la sagrada misión de preñarse nuevamente. Si los cervatos se aproximan a los venados de una corrida, cuando las hembras entran en celo, los machos los atacarán y los matarán porque los consideran competencia.
Una vez preñada la venada, las crías volverán a su lado y la acompañarán hasta la nueva corrida. Para entonces, habrán perdido las manchas de la piel y tomarán el color de pelaje que les es propio. Los machos añojos comenzarán a desarrollar astas y las hembras juveniles precoces serán seguidas por los machos para montarlas llegado el tiempo. Sin embargo, el celo suele aparecer a los 2 años de edad. Por su parte, los añojos esperarán a convertirse en erales de 2 años para pretender preñar una hembra, no siempre con éxito, salvo cuando los machos adultos se descuidan y los jóvenes aprovechan la ocasión.
Las lluvias han comenzado. Los montes reverdecen. Los abrevaderos se llenan y el agua de la generosa entraña de la tierra rebrota. El tierno pelillo se los pastos silvestres, el manjar de los venados, los colma. Ahora, pasada la dura sequía, la esperanza reaparece. Es el ciclo de la vida. Habrá más venados.