Armando Martínez de la Rosa
Espacio Tiempo
Ni en sus tiempos de futbolista tuvo el Cuau una defensa tan cerrada. Ni los árbitros le han ayudado tanto a su equipo como ayer los 291 diputados federales que atajaron el penal del desafuero.
Una media hermana del hasta hace poco gobernador de Morelos lo acusó de intento de violación. Como ahora es diputado federal, se necesitaba retirarle el fuero constitucional que lo protege de acudir a los citatorios que la fiscalía del caso y eventualmente lo exonere o lo consigne a un juez.
Entre los 291 diputados que evitaron el desafuero, se contaron los del PRI, que se unieron a la defensa del Cuau no por simpatía, sino porque les hicieron manita de puerco con la amenaza de desafuero que también pende sobre la cabeza de su presidente, Alito Moreno. Chivo brincado, chivo pagado: Alito continuará portando fuero.
Las diputadas oficialistas tan radicalmente feministas cuando de hablar se trata, ahora defendieron al machito.
Hubo más amagos de rebeldía en la bancada morenista que en la del PRI. En Morena, algunas diputadas estaban dispuestas a votar por el desafuero del Cuau, pero las aplacaron y optaron por abstenerse. Otro que cómodamente se lavó las manos no votando fue Locho Morán.
En cambio, la manzanillense del Verde, Gabriela Benavides, se formó brava en la línea de 50 defensas del exfutbolista y trepó a la tribuna a formar valla protectora. No vaya a ser que le revivan el juicio de las exprimidas tarjetas de crédito que a nombre del Ayuntamiento de Manzanillo ampararon derroches cuando ella era alcaldesa. El asunto de las tarjetas, que también involucró al senador verde Virgilio Mendoza, me recordó su legendaria frase de cuando era alcalde porteño: “¡Chingue a su madre, dinero es dinero!”.
Julia Jiménez, panista, votó a favor del desafuero. El suyo fue uno de los 158 sufragios por quitarle el fuero al ilustre jorobado de las canchas.
Ni en los mejores tiempos del anciano PRI fueron tan eficientes los tricolores como ahora sus aventajados discípulos de Morena, los Transformers de la política, en materia de garantizar impunidades.
En conclusión, el único que ha puesto en su lugar al Cuau es Ricardo Lavolpe, cuando lo dejó fuera del Mundial. Se la aplicó porque el petulante Blanco se burló de él en un partido contra el Atlas, que terminaron ganando los tapatíos, por cierto. Yo lo vi, estaba en el estadio.
“Cosas veredes, Sancho, que no crederes”, dicen que le dijo Don Quijote a su escudero, aunque no hay tal, la frase no aparece nunca en la novela de Cervantes, pero sirve para ilustrar el inagotable asombro que nos causa la conducta de aquellos que nos aseguraban que “no somos iguales”.