Armando Martínez de la Rosa
Despacho Político
La semana pasada, el vocero de la Mesa de Coordinación para la Construcción de la Paz, etcétera, pregonaba a modo de gran hazaña que los asesinatos en Colima han disminuido durante 3 meses continuos, de mayo a julio. En ese último mes en relación con junio, la baja fue de 3.8 por ciento, dijo. Ese porcentaje, en número naturales, es 3, esto es, 3 asesinatos menos en julio que en junio. Vamos bien, ¿no? Es más, vamos requetebién, según la expresión tan optimista de este optimista gobierno.
Mientras en las esferas del gobierno, donde todo es coser y cantar, presumen que se reúnen todos los días para atender los asuntos de seguridad, en Palo Alto, Villa de Álvarez, una familia fue masacrada. Una de las víctimas fue una niña de 6 años de edad; otra, un niño de 9 años, herido gravemente; los padres, asesinados.
Allá, en el gobierno, el optimismo vuela. Acá, abajo, el terror y la sangre pululan sobre este Colima nuestro de cada día. Mientras la sangre corre, en los palacios de los gobiernos hay cantos de victoria porque, dicen, los votos de junio les dieron todo el poder a ellos, los pastores de la moral, su moral retorcida, acomodaticia.
Bueno, ellos también corren. Van a Sinaloa a abrazar y elogiar al gobernador morenista Rubén Rocha Moya, el amigo de los narcos, el líder político de la delincuencia organizada, el protector de bandidos y asesinos, ahora tan necesitado de apapachos. Y quien sabe si a la vez, bajita la mano, amenazado para que guarde silencio, como silenciaron a su cómplice Melesio Cuén Ojeda.
Abrazan y rodean al gobernador que inventó historias sobre la captura de El Mayo [¿de veras Rocha Moya viajo el día de la captura y el crimen a Estados Unidos, como dice él?], sobre cómo sucedieron los hechos. Luego ordenó un montaje del asesinato de su enemigo Melesio Cuén e incinerar el cadáver para borrar los rastros, igual que dicen ellos procedieron sus antecesores con las víctimas de Ayotzinapa hace 10 años.
País ahogado en sangre, nación donde la violencia camina a sus anchas, república de la impunidad achacada desde Palacio Nacional a ministros, magistrados y jueces, cuando los delincuentes evitan la cárcel por deficientes investigaciones (a propósito, claro, previo soborno) de los agentes del Ministerio Público, y hasta retorcidas como en Sinaloa y en todo el país, Colima incluido.
Ahora están apurados, angustiados, de cuanto vaya a revelar El Mayo en Estados Unidos. Preocupados -se les nota en el rostro con frecuencia- por las historias que habrá de contar Zambada para su beneficio y para cobrarse la traición tumultuaria de que fue víctima. Quien mucho debe, mucho teme. De ahí vienen sus desvelos de hoy, cuando con soberbia se sentían del otro lado del río y con más poder que antes.
La sangre que corre les importa poco, nada. Han sido indiferentes ante la violencia. Los desaparecidos forzadamente es para ellos mera anécdota, narración de paso. Nunca antes hubo tantos asesinatos ni tantos desaparecidos como en ese sexenio, bajo estos gobiernos estatales y federal indolentes.
Eso sucede, eso ha sucedido y continuará, salvo que El Mayo tenga otros datos, que los tiene.
MAR DE FONDO
** Aprovechen, alcaldes y alcaldesas, este veranito sin lluvias para tapar el millón y medio de baches que hay en las ciudades que gobiernan.
** Un mes hace, apenas les brincó la liebre de El Mayo, presurosísimos, los gobernadores morenistas atendieron la voz del amo y firmaron de inmediato un desplegado respaldando al bandidazo morenista Rocha Moya. Entre los firmantes estuvo la gobernadora Indira Vizcaíno Silva, claro. La misma que ha guardado silencio ante el asesinato de una niña de 6 años en Colima.
** ¿En cuánto tiempo dijeron que iban a remozar los camiones del servicio público urbano de pasajeros? No importa que no sean como los de Dinamarca, nos damos con que siquiera igualen a los de Ciudad Guzmán.