Armando Martínez de la Rosa

Despacho Político

El poder no se comparte, decían los que en reglas de política daban 20 y las malas.

Tenían razón. La sorda disputa entre Obregón y Calles llevó al asesinato del primero. El crimen lo atribuyen a León Toral, que sí le disparó con un revólver, pero en la escena del homicidio se recogieron cascajos de cartuchos de varios calibres, todos distintos al del arma del cristero. Las autopsias al cuerpo de Obregón describen orificios de bala, de entrada y de salida, que confirmaron que hubo varios asesinos.

Después, mucho después, Calles sería expulsado del país por Lázaro Cárdenas por la intromisión del expresidente en los asuntos del gobierno cardenista.

Luego se pondría de moda designar embajadores a los expresidentes para evitar su intromisión en los asuntos del poder nuevo.

En tiempos recientes, Carlos Salinas se autoexilió en Europa, como lo hizo Enrique Peña hace 6 años. Antes, Gustavo Díaz Ordaz vivió en España destrozado políticamente y moralmente por su sucesor, Luis Echeverría.

Otros expresidentes han radicado en México después de su mandato: los panistas Vicente Fox y Felipe Calderón, quienes han mantenido cierta actividad política en el país. No han sido, sin embargo, un estorbo al nuevo poder.

“Cuando ya me jubile, si lo quiere el pueblo porque viene lo de la consulta, si lo permite el creador, la naturaleza, la ciencia, ya me voy a retirar en septiembre del 24 y ya no quiero saber nada de política ni voy a escribir sobre anécdotas de este tipo”, aseguró Andrés López en diciembre de 2021.

Y este año, recientemente, reiteró que se irá solo y su alma a La Chingada, su rancho en Chiapas, dedicado a la investigación histórica, desaparecerá del escenario político y vendrá a visitar a su mujer. “No me voy a trasladar en avión. A ver cómo le hago. Ni me van a tomar fotos”, dijo.

Sin embargo, en 2 ocasiones deslizó una afirmación en contrario. Advirtió que regresaría a la política sólo si Claudia Sheinbaum se lo pide.

¿Se lo pedirá? Probablemente no. Una invitación tal se interpretaría como una muestra de incapacidad de la presidenta y una declinación a favor de López. En síntesis, un desastre político para Sheinbaum. Poder compartido, poder perdido.

El poder no se comparte, porque compartirlo significa perderlo. ¿A santo de qué Sheinbaum le entregaría el poder que ganó en las urnas –“haiga sido como haiga sido”, dijo Calderón- al expresidente. Cuantimás si lo conoce lo suficiente para saber que el tabasqueño es como Jalisco, arrebata.

Recuérdese: López nunca compartió el poder.

Mantenerlo en Chiapas, en el retiro, será lo más sano para la inminente presidenta. A ella no le conviene ni siquiera pedirle consejo una vez en el poder ni reunirse con quien suele romper sus promesas. Más claro: ni lo necesita.

Y algo más importante: retrotraer a López a la escena política no sólo perjudicaría a Sheinbaum, sino dañaría a México. Ya hubo -hay- una señal de preocupación por haber aceptado ella pasar las reformas del obradorismo a las Cámaras con el aval sheinbaumiano. La economía se resentirá. Craso error. A ver si lo enmienda.

Los miembros del gabinete que ha anunciado Claudia Sheinbaum y lo que en los días por venir dará a conocer, le deben lealtad a ella, aun si son o han sido subordinados de López. Podrán guardarle gratitud al pronto expresidente, pero la lealtad debe ser a su nueva jefa.

Por estabilidad del nuevo gobierno, por Sheinbaum misma y, sobre todo, por el bien del país, lo aconsejable, lo prudente, lo necesario, es que López se vaya a su rancho, La Chingada.