Héctor Sánchez de la Madrid

Tiempo fuera

Recuerdo los editoriales y artículos que escribía mi papá, Don Manuel Sánchez Silva (1904/1979), en el gran periódico que fundó el 8 de noviembre de 1953 y desapareció el 9 de abril de 2021 cuando mi hija Paty y yo salimos de él para siempre, de cómo impactaban en la entidad de Colima, en el gobierno del Estado y la presidencia de la República.

En los años 80 —ya había fallecido Don Manuel—, siendo director general del matutino, contraté a Manú Dornbierer, columnista de “Excélsior”, considerado en ese entonces el mejor diario del país, quien escribía un artículo semanal en los que criticaba fuertemente a las autoridades de los tres ámbitos, específicamente al Gobierno Federal, al presidente de México, a su Gabinete, a los gobernadores, en general a quienes se desempeñaban en la función pública. Hija de empresarios suizos, sin nexos políticos ni periodísticos, Manú decidió incursionar en el periodismo crítico para ayudar a que la nación adoptiva fuera mejor.

A finales de esa década, Dornbierer escribió una columna que me impresionó y que tiene que ver con el primer párrafo y lo que está sucediendo en la actualidad. Manú reconocía que en México sí había libertad de expresión, que en los varios años que tenía escribiendo jamás había sido objeto de censuras o represalias, que señalaba los errores del presidente de la República, de los secretarios de Estado, de los integrantes del Gabinete, de los legisladores federales, de los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, de los gobernadores y sus colaboradores, sin embargo, nada pasaba, nadie reaccionaba, todo seguía igual.

A siete décadas de los escritos de mi papá que repercutían en la entidad y la capital del país, y a cuatro décadas y media de leer aquella columna de nuestra distinguida colaboradora, la situación política y mediática ha cambiado exponencialmente con el debilitamiento de los medios impresos, televisivos y radiofónicos ante la aparición y fortalecimiento de las redes sociales que se han convertido en la principal vía de comunicación humana, independientemente del sexo, edad o condición social, política o económica. Todo mundo porta un teléfono celular y hace uso de él durante el día. Somos esclavos de ese aparato.

La fuerza que tenían los diarios más importantes del país coadyuvaban a frenar, a disminuir los atropellos, los abusos y los excesos de las autoridades. Hoy en día, están severamente disminuidos en todo el mundo, más en el México actual por el control que el presidente ejerce sobre los periódicos grandes. La televisión y la radio, siguen ocupando un sitio importante en el ámbito de la comunicación y aún sirven de contrapeso a los poderes públicos y privados. Los tiempos cambiaron, hoy las redes sociales rigen la vida nacional.

Sin embargo, por la facilidad con la que cualquier persona puede ahora escribir un párrafo, un comentario o un artículo en algunas de las plataformas de internet, sin la capacidad, los conocimientos y la experiencia de un profesional del periodismo, la literatura o la política, el inconmensurable espacio electrónico se satura de observaciones, críticas o sugerencias banales, vacías, intrascendentes, que desvanecen, pierden, ocultan las opiniones, juicios y análisis de profesionales, de expertos, de conocedores de las materias de comunicación, de la política y la función pública.

Por todo lo anterior, no tengo idea de qué va a ocurrir el 2 de junio cuando 97 millones de electores podrán ir a las urnas a votar por una de las dos mujeres (Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum, en estricto orden alfabético) que aspiran a convertirse en la primera mujer presidenta de México (Jorge Álvarez es una vacilada). Y lo desconozco por la escasa información valiosa que obtengo de los medios tradicionales y de la enorme abundancia de datos que me llegan por el celular, pero no sé en cuáles datos y observaciones debo creer y aceptar como buenos. La cantidad es abrumadora, sin embargo, me confunde, me pierde.

Se ha hablado tanto del presidente Andrés Manuel López Obrador, sobre todo por él mismo en su soliloquio mañanero durante 5 días de la semana en los 5 años y medio que tiene su mandato, que poco conocemos de la personalidad y las propuestas de la candidata presidencial oficialista Claudia Sheinbaum, de la cual sólo sabemos que es la escogida por el mesías tropical para que construya el segundo piso de la 4ª transformación que en realidad es una transformación de cuarta. Nadie, probablemente ni ella misma, sabe de lo que es capaz, menos los millones de mexicanos que saldremos a votar el inexorable 2 de junio; lo único que estamos seguros es su dependencia absoluta a su tutor y patrón que no cumplió con las promesas que nos presentó hace 6 años.

Del otro lado se encuentra la atípica Xóchitl Gálvez que se sale de todos los conceptos que conocíamos en México acerca de los políticos, desde su origen humilde que supo superar hasta convertirse en ingeniera en computación, levantar una empresa importante del ramo y recibir premios nacionales e internacionales, de su incursión en la política, a invitación expresa del presidente Vicente Fox, sin pertenecer al PAN o a otro instituto político, de su participación fallida como candidata a gobernadora de Hidalgo, para reponerse después con la victoria de la delegación Miguel Hidalgo de la Ciudad de México, de su senaduría plurinominal desde la cual se proyectó como aspirante a jefa de gobierno de la CDMX, pero por azares del destino y por el desacato del presidente López Obrador a una orden judicial la llevó a convertirse en la candidata  de la oposición a la presidencia de la República y probable ganadora en los inminentes comicios que se efectuarán exactamente en 25 días.

Es falso que la elección ya esté decidida por la representante del obradorato, de que en 25 días es imposible que cambie la intención del voto, aceptando sin conceder que la discípula del sátrapa del sureste fuera adelante en las preferencias ciudadanas, especie que la propia Sheinbaum y sus corifeos esparcen por los canales mediáticos afines a los intereses políticos y económicos de la doctrina de Morena y la 4T o controlados por ellos mismos. Lo cierto es que el gobierno del presidente López Obrador es un fracaso, que nada de lo que prometió en campaña ha cumplido, que dejará al país endeudado, dividido, confrontado, como nunca había sucedido antes, con carencias, atrasos, olvidos que tardaremos muchos años en cubrir, unir y superar.

Es increíble que con los resultados negativos que tiene la administración federal del presidente de México, dueño de Morena, exista la posibilidad de que el 2 de junio pudiera salir victoriosa Claudia Sheinbaum Pardo, la nombrada heredera de quien ha violado flagrantemente en innumerables ocasiones la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que ha pisoteado el estado de Derecho, que además de abusar ilegalmente del Poder Ejecutivo conferido se ha adueñado del Poder Legislativo y manipulado al Poder Judicial durante la presidencia del ministro Arturo Záldivar, hasta que asumió ese cargo la honorable y valiente ministra Norma Lucía Piña Hernández. Por eso, no le crean a los agoreros oficialistas de Morena, el pueblo bueno y sabio reconocerá el 2 de junio que se equivocó hace 6 años votando por Andrés Manuel López Obrador y sufragará en contra de quien seguiría el mismo camino de destrucción y desunión, acudiendo masivamente a las urnas para elegir a Xóchitl Gálvez Ruiz como la primera presidenta de la República.