Héctor Sánchez de la Madrid
En solfa
A partir del 1 de octubre reciente se respira un aire mejor en el país —no sé si usted ya se dio cuenta—, desde entonces nos levantamos por las mañanas sin escuchar por televisión o radio las amenazas, las mentiras, las divisiones, las ofensas, los gritos destemplados con pronunciación mocha, que durante 5 años y 10 meses, hasta el 30 de septiembre, el entonces presidente de México difundió cotidianamente por todo el país.
Todavía, de pronto, a la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo se le sale el copiado acento del sureste y repite los ademanes de su antecesor, no es extraño, los escuchó y observó durante los últimos 24 años, desde que colaboró en el gobierno del Distrito Federal con quien le antecedió, sin embargo, considero y espero que pronto pierda esos resabios heredados y asuma su verdadera personalidad, la cual es totalmente distinta.
Ningún mandatario federal en la historia de la nación envenenó y confrontó a las y los mexicanos como lo hizo el falso mesías tropical, nadie, como él, mutiló la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y destruyó las instituciones que regulaban y transparentaban la función pública, que por más de 100 años construyeron los Congresos federales y estatales, con la presión y las propuestas ciudadanas.
Debemos reconocer que el ciclón que nos asoló esos 5 años y 10 meses no es cualquier cosa, entender que nunca antes habíamos sufrido otra devastación parecida a manos de la máxima autoridad en el país, para entonces comprender el difícil papel que le toca desempeñar a la presidenta Sheinbaum Pardo, más aún cuando la popularidad de quien al salir de Palacio Nacional estaba por las nubes, que no será por mucho tiempo.
Quedan atrás la perversidad, la saña, la cerrazón, la falacia, la hipocresía, la soberbia con las que se desgobernó en el régimen anterior que mantuvo cerradas las puertas al diálogo con las fuerzas opositoras y críticas, también con las diversas naciones del mundo, salvo contadas ocasiones que tuvo el ahora ex presidente que visitar a nuestro vecino del norte o reunirse con dirigentes latinoamericanos afines a su ideología.
Aún nos referimos y lo seguiremos haciendo por varios meses y quizás años de quien prometió retirarse a su rancho en Palenque, Chiapas, sin embargo, su ausencia y la presencia de su sucesora en los medios de comunicación tradicionales y electrónicos, así como en las redes sociales, harán que pronto dejemos de hablar del tabasqueño y ahora chiapaneco adoptivo, para ocuparnos solamente de quien nació en al Distrito Federal.
Desde luego que la nación continúa incendiada y seguimos en la vorágine de la inseguridad, de la confrontación de las fuerzas políticas y partidarias, en las discusiones bizantinas entre quienes sucumbieron ante el canto de las sirenas —en este caso tritón del sureste— y quienes no, pero, espero, que cada día sean menos y vayan bajando hasta volver a la calma y la razón entre las y los mexicanos, con sus diferencias naturales.
Considero que debemos comprender la situación inédita que estamos atravesando, nunca habíamos estado en la coyuntura actual ni con las complicaciones diversas que estamos sufriendo, sin embargo, es la realidad nos guste o no, de ahí que podemos darle el beneficio de la duda y un tiempo razonable a la presidenta (aceptemos el uso de la a, incluso ya es reconocida por la Real Academia Española) Claudia Sheinbaum para que haga bien su trabajo.
No será de inmediato, sino a mediano plazo cuando esté fortalecida y su antecesor haya recibido los primeros juicios de la historia. Nunca a las y los presidentes se les juzga al término de sus periodos, sino a través de los años, una década por lo menos. Cerca de cumplir su primer año de gobierno, nos empezaremos a dar cuenta si la primera mandataria tomó las riendas de la nación y guardó distancia de su predecesor, no es necesario romper con él.
Hay un factor en juego muy importante y es el de que Claudia Sheinbaum es la primera mujer presidenta de México, lo cual es una carga histórica de gran peso sobre su persona. Lo vivimos en Colima con la primera mujer gobernadora en la historia del país, Doña Griselda Álvarez Ponce de León, quien asumió un compromiso personal con las mujeres y se dedicó sus 6 años a trabajar incansablemente, pues sabía que el juicio de la historia sería implacable, el cual le es favorable.
En esa situación se encuentra la doctora Claudia Sheinbaum Pardo, lo que haga y decida en su sexenio, que se pasa volando, habrá de construir la imagen y el prestigio que se registrará en los anales de la historia, no sólo de ella sino de las mujeres que, lo quieran o no, serán juzgadas por su desempeño y comportamiento. Para decirlo más claro: la presidenta Claudia Sheinbaum pasará a la historia como una mandataria autónoma e independiente o como una marioneta manejada al antojo por quien la precedió.