Armando Martínez de la Rosa
** Todos se asumen ganadores. ** Xóchitl fue más combativa y llamó narcocandidata a Sheinbaum.
Así sucede al finalizar los debates: todos los contendientes se dicen ganadores.
Sin embargo, las impresiones quedan en los ciudadanos que tienen interés y paciencia en ver una confrontación de intervenciones acotadas por el tiempo, en un formato acartonado que impide explayarse en ideas, propuestas y hasta en ataques a los rivales.
El de anoche, segundo presidencial, fue idéntico al primero y a varios de anteriores elecciones.
Las propuestas fueron muy generales, con los aspirantes prometiendo políticas de desarrollo económico y ambiental. Xóchitl, del lado del desarrollo económico en libertad de empresa, y Sheinbaum apelando a continuar las políticas de López Obrador. Máynez, un anaranjado que no termina de dar color, deja la impresión de carecer de un programa nacional. Se dedicó a elogiar a los gobiernos de Jalisco y Nuevo León como modelos de desarrollo.
Salvo para quienes tienen interés de partido, el segundo debate presidencial podría resultar atractivo y hasta emocionante. Para el ciudadano ajeno a tales intereses, la confrontación fue entre aburrida y somnífera. En realidad, no hay debate.
Por si fuera poco, el organizador, el INE, seleccionó cuestionamientos de ciudadanos que el mismo organismo entrevistó y seleccionó. Preguntas ligeras, incoloras, insaboras, casi actuadas.
Hubo un momento de cierta rispidez, cuando Xóchitl llamó “señora mentiras” a Claudia y ésta la motejó “corrupta” para un revire de Gálvez para llamar a la oficialista “narcocandidata” y “narcopartido” a Morena.
Sheinbaum se restringió al papel de continuadora de las políticas de López y ahora se recargó en elogiar los que llamó logros del gobierno.
Xóchitl, como lo anunció, discutió suelta, más en el papel espontáneo con que se hizo popular. Fue agresiva e insistente hasta que varias veces obligó a Claudia a responder, aunque con evasivas, sus acusaciones.
Máynez fue intrascendente, desangelado, sin contundencia. No pintó.
Ahora vendrá lo más importante: el postdebate, cuando los aparatos de propaganda terminen la obra de sus candidatos. Es más importante ganar el postdebate que el debate, sostienen los expertos.