Héctor Sánchez de la Madrid

En solfa

En el tercer y último debate del domingo reciente entre los tres candidatos a la presidencia de la República, Jorge Álvarez Máynez, Xóchitl Gálvez Ruíz y Claudia Sheinbaum Pardo, por sus apellidos en orden alfabético, volvió a imponerse la verdadera representante de las y los ciudadanos mexicanos a la comisionada del presidente autócrata tabasqueño y al delegado del político mercenario veracruzano.

 Sin mencionar sus nombres estoy seguro que usted entendió perfectamente a quienes me refiero, lo cual en sí beneficia a la aspirante que contiende por méritos propios ya que desde su niñez estudió, se preparó y triunfó como empresaria recibiendo reconocimientos nacionales e internacionales, localizándola los head hunters del presidente Vicente Fox Quesada para incorporarla a su administración para desarrollar a los pueblos indígenas.

 Si bien ocupó ese cargo administrativo y dos puestos electorales (jefa delegacional de la Miguel Hidalgo en la Ciudad de México y senadora de la República) bajo los colores del PAN, es conveniente puntualizar que nunca ha militado en partido político alguno y que no está afiliada al abanderamiento albiazul. Su vida personal y su carrera empresarial y política han sido intachables, es una persona ejemplar que se sale de los parámetros de los negocios y la política.

 Desde finales del siglo pasado los institutos partidarios y los políticos profesionales están devaluados, nadie los quiere por la sencilla razón de que la mayoría de los dirigentes y los servidores públicos (de ambos géneros) de mediano nivel hacia arriba abusaron del poder público y se enriquecieron brutalmente, de ahí que una de las características más valiosas de Xóchitl Gálvez es que su trayectoria profesional se ha desarrollado en los sectores privado y público.

Durante mi larga vida periodística nunca he conocido a una o un político que se pareciera a Xóchitl, que hablara con la franqueza que lo hace, sin rodeos, de forma directa, inclusive utilizando el florido y simpático lenguaje popular al que los mojigatos y ridículos repudian y se asustan. Esa autenticidad se enriquece con su capacidad y preparación, además de su vasta y congénita inteligencia pragmática y sencilla, sin dobleces ni complicaciones. Su honestidad es una excepción suya.

Otra cualidad de la candidata de las y los ciudadanos es su independencia de criterio, a ella nadie la manda, a ninguna persona, mujer u hombre, le rinde pleitesía como sucede con Claudia Sheinbaum quien considera “un honor estar con Obrador” o a Jorge Álvarez que no tiene fuerza propia y depende completamente del dueño de la franquicia MC, Dante Delgado Rannauro, que es capaz de negociar lo que sea con tal de salirse con la suya. Xóchitl es libre, carece de ataduras. 

 Los debates sirven a los espectadores para conocer a quienes participan en esos encuentros, para medir sus reacciones ante las preguntas y los ataques de quienes buscan lo mismo, para saber cuáles son sus fortalezas y sus debilidades, para enterarnos de sus valores intrínsecos, de su sencillez y su humildad, o de su complejidad y su soberbia. También para valorar su educación y buenas costumbres, de su madurez para reconocer sus errores y de mostrar sus logros con recato.

 No necesariamente gana el debate quien presenta las mejores propuestas, en este caso una de las candidatas o el aspirante al cargo público más importante del país, ya que esos planes son en su mayoría promesas que nunca llegan a concretarse; recordemos que el camino al infierno está empedrado de buenos deseos. Lo que verdaderamente importa en esos encuentros son la preparación, la experiencia, la honestidad, el carácter y la personalidad de quienes quieren gobernarnos.

 El tercer y último debate sirvió para que observáramos y confirmáramos las cualidades de quienes buscan la presidencia de la República para el periodo 2024/2030, mismas que revelaron desde el primer encuentro y repitieron en el segundo. Las miradas a las cámaras y a las y el contendiente, el tono de voz, las sonrisas, los gestos, nos indican las verdaderas personalidades de ellas y él, además de que lo que expresan sirve para afianzarlos o para desnudarlos ante los millones de televidentes que los vimos y escuchamos.

 Impresiona la soberbia, la dureza, la frialdad, la falta de educación de Claudia Sheinbaum con sus adversarios políticos (Jorge no lo es ya que juega de patiño) a quienes considera enemigos, así como su cinismo para mentir y no reconocer el desastre que ha hecho el régimen de su tutor, guía y patrón, López Obrador, así como para proponer un segundo piso, esto es, el continuismo del autoritarismo, de la destrucción total de las instituciones que teníamos y de la desaparición de los poderes Legislativo y Judicial.

 Contrasta la sencillez, la amabilidad, la calidez, la cortesía de Xóchitl Gálvez con sus contrincantes políticos, a quienes ve y trata como tales (hasta al palero de Álvarez Máynez), al igual que tiene la visión exacta de la realidad que sufre el país, la capacidad, la preparación y el entusiasmo para sacar a México del pozo en el que nos hundió el autócrata inquilino de Palacio Nacional que no ceja en su arduo trabajo de zapa de destruir la nación que construyeron nuestros ancestros y nosotros mismos.

P.S.1. Xóchitl es la única mexicana que puede salvar a México del autoritarismo que representa Claudia, para ello necesitamos votar masivamente el 2 de junio por la candidata de la coalición Fuerza y Corazón por México a la presidencia de la República, así como por todas y todos los candidatos a Senadores, Diputados federales y estatales, alcaldes y regidores.

P.S.2. La mañana del domingo 19, a 14 días de los comicios presidenciales, Xóchitl Gálvez llenó el Zócalo y las calles aledañas con la Marea Rosa a favor de la república y la democracia, pronunciando una estupenda pieza oratoria basada en tres ejes: “Vida, Verdad y Libertad”, los cuales fueron coreados por cientos de miles de personas que la apoyan para ser la primera presidenta de México.