Armando Martínez de la Rosa

Despacho Político

Datos recabados indican que 31 candidatos de varios partidos han sido asesinados en el actual proceso electoral, que tiene su punto más alto el domingo próximo, día de comicios.

Ayer, en Coyuca de Benítez, municipio del violentísimo estado de Guerrero gobernado por Morena, fue asesinado a tiros el candidato de PRI, PAN y PRD, José Alfredo Cabrera Barrientos, en el mitin de cierre de campaña. El asesino le disparó por la espalda. Según la Fiscalía guerrerense, el homicida también fue muerto a tiros. No dice quién lo mató.

Este crimen pinta no sólo las campañas electorales de 2024, sino el sexenio todo de Andrés López. El hombre que resumió en la frase “abrazos, no balazos” la consigna de su gobierno de no tocar a los delincuentes ni con el pétalo de una rosa, ha ensangrentado el país. Unos 180 mil asesinatos lo marcan para siempre. Son “los muertos de López”.

La pasividad de la cuarta transformación ante los criminales ha puesto sobre México un pesado manto de violencia. Con cinismo o con torpeza discursiva, el hombre que se ha dedicado a hablar más que a gobernar, sostuvo públicamente que “hay más asesinatos, pero no más violencia”. Esa lógica despatarrada lo ha movido toda su vida política.

Ha tratado de simular la baja de las cifras de asesinatos aumentando las de personas desaparecidas forzadamente. Tampoco le ha funcionado. La evidencia es inocultable, así se le ponga más maquillaje que a la cara de un payaso.

Que los atentados -más de 70- hayan ocurrido mayoritariamente contra candidatos a alcaldes, revela cómo el crimen organizado se ha apoderado de municipios, estados y regiones con la venia bendita de Palacio Nacional.

El gobierno que presumía de superioridad moral y se ponía se ejemplo de rectitud y honestidad, ha resultado protector de criminales, omiso ante sus deberes de Estado, el primero de ellos el de garantizar la seguridad de la vida y posesiones de los gobernados.

“Abrazos, no balazos” se convirtió en lema de cinismo y en inseguridad para la población que nada tiene que ver con los grupos criminales ni sus negocios sucios. La prosperidad e impunidad de las organizaciones criminales no se explica sin la complicidad de las autoridades nacionales, estatales y municipales. “Abrazos, no balazos” es hoy sinónimo de terror.

Leía anoche a un cibernauta expresar en un chat que los ciudadanos en Colima hemos aprendido a distinguir el trueno de un arma de fuego del estallido de cohetes de celebración religiosa o política. Y como Colima, así vive el resto del país.

Este es el país que dejará Andrés López a quien lo suceda, sea su candidata o sea Xóchitl, según se decida en las urnas. (El Cepillín anaranjado no cuenta sino para ayudar a la candidata de López restándole votos a la oposición auténtica).

Campañas entre balas, país ensangrentado, violento, víctima de terroristas y sus cómplices en el gobierno. Eso tenemos. Podemos cambiar el rumbo, si votamos mayoritariamente por Xóchitl. Si no, se viene la noche sobre México.