Armando Martínez de la Rosa

Despacho Político

Costó sangre, sudor y lágrimas construir la democracia mexicana. Varias generaciones lucharon por establecerla cuando el régimen de partido casi único, el del PRI, parecía inamovible. A muchos les costó la vida, a otros cárcel, persecución y espionaje.

Desde muchos frentes, a veces disímbolos, la ciudadanía batallaba por establecer un régimen democrático contra la “dictadura perfecta” de esos tiempos.

El movimiento estudiantil de 1968 terminó de abrir las pesadas puertas del régimen, aunque no del todo. Antes, amplios movimientos sociales de médicos, ferrocarrileros, y profesores lo precedieron. Sin embargo, el movimiento de los estudiantes fue una ola poderosa, extensa y prolongada en el tiempo hasta que vino la represión criminal del 2 de octubre. Y le seguiría la masacre del Jueves de Corpus, en 1971.

Parecía entonces que todo volvía atrás, que fueron movimientos inútiles, fallidos. Pero a Luis Echeverría, el cerebro de las matanzas del 2 de octubre y del Jueves de Corpus, ya presidente, se le ocurrió una baladronada: presentarse a la UNAM a inaugurar los cursos de 1975. Mala cosa. Los estudiantes reaccionamos de inmediato y a pesar de no haber clases, miles respondieron a la convocatoria para impedir que el asesino cometiera la desvergüenza de pisar la Ciudad Universitaria pregonando “la apertura democrática”, democracia de pura lengua, claro.

Los maoístas, muchos de los cuales ahora son pulcros y petulantes gobernantes, le sacaron al parche y pretendieron organizar un mitin afuera de la torre de rectoría, lejos de donde estaba el presidente soltando su rollo y luciéndose políticamente en el auditorio de la Facultad de Medicina. La izquierda revolucionaria convenció a los estudiantes de ir al auditorio de Medicina y enfrentar a Echeverría. Eso implicaba el riesgo de un enfrentamiento con guardias presidenciales, guaruras y porros. Y eso sucedió. Y ganamos a pesar de que no dispararon los guardias presidenciales y los porros. Alguien lanzó una piedra y con buen tino descalabró a Echeverría. El episodio se motejó “el descalabro de la apertura democrática”. Es decir, que alcanzar la democracia en México iba por otro camino, no por el del presidente, que era puro engaño.

Y el camino se reabrió a partir de ese día de 1975. Desde entonces, los movimientos sociales auténticos -no los de la burocracia política cupular- abrieron brecha y en 1979 llegó la primera reforma electoral, a cargo de Jesús Reyes Heroles, secretario de Gobernación de José López Portillo. No fue generosidad, sino necesidad del régimen, que por otra parte tenía el grave problema de las guerrillas campesinas y algunas urbanas.

La democracia avanzaría golpe a golpe y se instauró. Con deficiencias y todo, en 2000 hubo alternancia, que ha continuado. Un largo sueño se materializaba.

Temo que, a como han ido las cosas ahora, habrá que comenzar de nuevo. Que sea lo que la conciencia dicte y hasta donde nos alcance la vida.